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El Suelo: Sustento de la Producción - Congreso Tecnológico CREA 2014

La composición de los suelos, descripta por partículas minerales, orgánicas y espacios o poros, como su organización en estructuras secundarias o agregados, interactúa íntimamente con las plantas durante todo su ciclo productivo. Tanto sus propiedades en superficie como en toda la profundidad explorable por las raíces son de relevancia al analizar la contribución de los suelos a la producción vegetal.

“La valorización de los aportes de los suelos a los rendimientos ha sido y es uno de los focos de atención inicial para el planteo de estrategias sustentables de producción”, indicó Martín Díaz Zorita, investigador con un Magíster en Ciencias Agrícolas de la Universidad Nacional del Sur y PhD en Ciencias del Suelo de University of Kentucky, durante una conferencia ofrecida en el Congreso Tecnológico CREA que se está desarrollando en Mar del Plata, Rosario y Santiago del Estero de manera simultánea.

En los suelos se encuentra el mayor reservorio de agua para las plantas, explicado no sólo por sus características intrínsecas definidas por la textura (proporciones de arenas, limos y arcillas) sino también por la estabilidad y continuidad del sistema poroso (estructura) y la profundidad de exploración de las raíces.

Los nutrientes consumidos por las plantas para su crecimiento son en parte provistos desde los suelos a partir de diversos procesos específicos de transformación que ocurren tanto en fracciones orgánicas como minerales de los suelos. Porosidad y materia orgánica, junto con la profundidad efectiva explorable por las raíces, son elementos centrales que en gran parte de la región pampeana describen la contribución de los suelos a la producción primaria en sistemas agropecuarios.

“Abundan los estudios que muestran el valor de la fracción orgánica a la producción de cultivos de secano. Es indiscutida su contribución a la formación de agregados, consolidación del sistema de agua y al ciclado de abundantes nutrientes. Los contenidos de materia orgánica se reducen mayormente en asociación con la producción anual de cultivos bajo prácticas con laboreo”, explicó Díaz Zorita.

“La inclusión de pasturas de larga duración contribuye a mejorar los niveles de materia orgánica tanto por sus aportes directos de biomasa vegetal como por la eliminación frecuente de laboreos. La generalizada incorporación de prácticas de labranza cero en sistemas agrícolas contribuye a conservar, y en algunas condiciones, a incrementar la materia orgánica”, añadió.

Los poros son el espacio por donde crecen las raíces, la fuente para el intercambio gaseoso y dónde se encuentran las reservas de agua para las plantas. Su formación y consolidación depende no sólo de las características texturales, sino también de la presencia de materiales orgánicos y de la actividad biológica en los suelos. Este proceso lleva tiempo, en la medida que se evitan los disturbios (como labranzas), se intensifica la estabilidad de la estructura (organización) del suelo y la proporción de poros con capacidad del almacenar agua se incrementa.

La profundidad de los suelos definida tanto por condiciones naturales (como por ejemplo tosca, horizontes argílicos, etcétera) o provocadas (compactaciones) establece el volumen de exploración de las raíces. Cuanto menor es ese espesor, menor es la capacidad del suelo para sustentar una alta productividad, por lo que para conservar la capacidad productiva de los suelos es vital evitar la formación de compactaciones por laboreos, tránsito de equipos pesados e insuficiente crecimiento de raíces.

Dependiendo de su composición textural, pendientes y condiciones de intensidad de vientos o lluvias, los suelos de la región se encuentran naturalmente expuestos a procesos de degradación por transporte eólico o hídrico. La erosión de los suelos reduce la producción al perder partículas minerales y orgánicas finas ricas en nutrientes y con un alto aporte a la dinámica del agua en los suelos. La protección física por la presencia de vegetales o residuos de estos aportando rugosidad superficial y agregación a partir del entramado de raíces reduce la ocurrencia de ambos procesos erosivos.

Tanto decisiones de corto como de largo plazo alteran la composición y calidad productiva de los suelos. En el primero de los casos, es indispensable cuidar la generación y conservación de coberturas del suelo para reducir los riesgos de pérdidas por erosión. Son varias las herramientas disponibles para este propósito y varían según regiones y condiciones productivas. Entre otras, se encuentran la elección de cultivos y el manejo de sus residuos de cosecha, la intensidad de los pastoreos, la implantación de cultivos de cobertura, los sistemas de siembra y de remoción o laboreo, etcétera.

“Sin suelo no hay producción. La erosión reduce la capacidad productiva y atenta contra la sustentabilidad de los sistemas agropecuarios al generar pérdidas en la capacidad de reserva de agua y de nutrientes de los suelos irrecuperables en ciclos productivos normales”, comentó el investigador.

“En el largo plazo, las decisiones de estrategias de manejo de nutrientes y la selección de especies en producción o de su aprovechamiento conduce a cambios en el ciclado y en la oferta de nutrientes, como así también en la actividad biológica y en la contribución de materiales orgánicos a la consolidación de la estructura”, añadió.

“¿Qué hacemos para conservar la calidad de los suelos? Sin dudas el primero de los pasos es reconocer el valor del suelo en nuestros sistemas productivos en un marco local e identificar algunos de sus elementos clave para el normal crecimiento de los cultivos que los componen. Luego, establecer estrategias de manejo para la mejora y conservación de estas características edáficas de interés. No hay recetas pero sí elementos a no descuidar”, aseguró.

El mantenimiento de procesos activos continuos contribuye a la consolidación de equilibrios en la expresión de las propiedades edáficas objetivo. La producción de las plantas y sus aportes carbonados suma directamente a múltiples procesos edáficos de interés (por ejemplo: consolidación de estructuras o sistemas porosos, ciclado de nutrientes, equilibrios térmicos, etcétera), por lo que para conservar la calidad de los suelos es recomendable no descuidar el logro de tapices vegetales (secuencias de cultivos anuales, pasturas implantadas, pastizales) que procuren maximizar su producción en biomasa.

Los disturbios, mayormente por laboreo, aceleran la pérdida de fertilidad de los suelos debilitando y alterando su estructura al consumir compuestos carbonados aglutinantes de las fracciones minerales. El monitoreo en detalle (muestreos inteligentes según áreas de productividad homogénea, zonas de manejo o ambientes) ayuda a establecer estrategias de manejo eficiente de nutrientes y aportar a mejorar la eficiencia productiva y el ciclado de éstos.

En la región pampeana pueden identificarse abundantes decisiones de manejo que aportan al cuidado de los suelos tanto por decisión prioritaria como accesoria. Es de destacar la amplia difusión de prácticas de labranza cero como eje de la producción de cultivos anuales que contribuyen a conservar la materia orgánica y limitar los disturbios que alteran la estructura edáfica.

“Sin embargo, en algunos casos esa decisión no es suficiente para la conservación de los suelos, requiriéndose mejorar la producción y conservación de residuos vegetales para proteger su superficie ante procesos erosivos. El uso estratégico de nutrientes, mayormente nitrógeno y fósforo, tiene como foco el manejo de la suficiencia nutricional de los cultivos, lográndose mayormente un adecuado balance entre aportes y demandas en los cereales”, apuntó Díaz Zorita.

La implementación de estrategias de evaluación inteligente de necesidades nutricionales y su manejo según áreas homogéneas de producción, ayuda a mejorar la eficiencia de aplicación de nutrientes cuidando la fertilidad de los suelos y su capacidad productiva en el largo plazo. Además, el monitoreo en sitios específicos está contribuyendo a identificar potenciales áreas de restricción productiva por evolución por ejemplo de condiciones de acidez o limitaciones en algunos micronutrientes.

“Al mirar al futuro, superando la visión específica o acotada a cada sitio productivo, tenemos que considerar que la capacidad productiva de nuestros sistemas se sustenta en los suelos, definida por sus aportes como reservorio de agua, de nutrientes y de actividad biológica”, señaló Díaz Zorita.

“El cuidado de la fertilidad de los suelos no es sólo una actividad a implementar en sistemas agrícolas con cultivos anuales, sino que abarca a la totalidad de los sistemas productivos sustentados a partir de la producción primaria de recursos vegetales. Las prácticas de manejo que reducen la capacidad de producción de biomasa alteran no sólo el resultado directo hacia la conversión en granos o forrajes, sino también al cuidado del suelo, exponiéndolo a procesos de fragilidad y pérdida por erosión y degradación. En la región pampeana, producir y conservar materia orgánica es un factor de impacto positivo para el cuidado de los suelos y para sustentar la producción”, concluyó.

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