El otoño es uno de los momentos del año donde el balance hídrico es positivo en la mayor parte de las zonas agrícolas del país. La cantidad de agua de lluvia es mayor que la que se evapotranspira (suma de la evaporación y la transpiración de las plantas presentes, tanto del cultivo como las malezas).
Este momento de disponibilidad de agua y con temperaturas suficientes para el desarrollo de los cultivos es utilizado para el llenado de granos de las siembras de segunda o tardías, como soja y maíz, pero también debería ser utilizado para el control de malezas.
Con ese marco, existen diversos motivos que justifican enfocar minuciosamente el control de malezas. Uno de esos motivos se refiere a la reserva de agua para los cultivos de verano de la próxima campaña. El agua excedente del otoño es la reserva que define en gran medida la posibilidad de hacer cultivos de invierno o de aumentar la reserva de agua en suelos con buena capacidad de retención. Si permitimos que sea consumida por las malezas aumentamos el riesgo de lograr un buen resultado.
Otro de los factores de peso es el momento para hacer el control de las malezas perennes primavero estivales. Durante el otoño, estas malezas acumulan materia seca en sus órganos de reserva, por ejemplo en los rizomas en el caso del sorgo de Alepo o en los estolones si se trata de gramón o commelina. Esta disposición de la planta a tener como destino los órganos de reserva facilita la traslocación o transporte de herbicidas a estas zonas, lo que determina muy buenos controles.
Por otro lado, el otoño aparece como un momento ideal para el control de malezas otoño – invernales. Estas comienzan su emergencia en camadas o pulsos dependiendo de la temperatura y humedad del suelo. Estos pulsos son mayores en el otoño que en el invierno. Si se obtienen buenos controles de malezas durante esta época se podrían mantener lotes libres hasta la primavera.
En cuanto a las características que deben reunir los tratamientos con herbicidas en el otoño, es imprescindible conocer cuales son las malezas con controles mas deficientes. Estas deben ser el objetivo y la estrategia debería estar focalizada en controlarla en forma eficiente y evitar que aparezcan nuevas malezas problemas.
También se debe considerar que se necesita una alta persistencia de los herbicidas en el suelo. Por la baja temperatura del suelo en el invierno y la disminución de las precipitaciones, la persistencia de los herbicidas tiene su mayor expresión cuando las aplicaciones se realizan en este momento. Productos como la atrazina, que utilizada para el control de malezas en maíz en primavera puede tener una persistencia de 30 a 50 días dependiendo de la dosis, presión de la maleza, precipitaciones y características del suelo, para ese mismo suelo en otoño esta persistencia podría llegar a los 80 días. Es decir que se podría duplicar en el tiempo efectivo. En el caso de los herbicidas de la familia de las sulfonilureas, en otoño pueden tener una vida media en los suelos mayor a 170 días lo que permite pasar todo el barbecho sin malezas.
Otra característica de los tratamientos con herbicidas realizados durante el otoño es que derivan en un buen control de las malezas. Esto se debe a que en esa época del año, dado a que estamos más distantes de la siembra de los cultivos tenemos la posibilidad de utilizar herbicidas no selectivos con la mayor seguridad. Además, se pueden hacer mezclas de herbicidas de distintos modos de acción que mejoran los controles.
La posibilidad de rotar los herbicidas también es factible, ya que normalmente estos son los primeros tratamientos de la campaña. Sería recomendable pensar en una estrategia de control de malezas que considere una rotación de herbicidas para el sistema. Estos cambios no sólo deben ser de marcas o principios activos, también se deben buscar cambios en los sitios de acción. De esta manera estaríamos disminuyendo la posibilidad de generación de resistencias.
Otra condición que deberían cumplir estos tratamientos es la flexibilidad de elegir el cultivo siguiente. Todo establecimiento tiene su rotación, por lo tanto tendríamos que utilizar herbicidas que no restrinjan la posibilidad de siembra de distintos cultivos.
Otras prácticas podrían condicionar el manejo de malezas. Por ejemplo el uso de cultivos de cobertura con gramíneas tendría un buen doble efecto. La competencia con las malezas por el sombreado y utilización de recursos ejercido por la gramínea y el control de malezas dado por las sulfonilureas específicas. Esta doble combinación mejora mucho el control en lotes con bancos de semillas de malezas importantes.
Otro aspecto a considerar en el otoño es el control de plagas, que tienen una dependencia de las condiciones ambientales. Al controlar las malezas se disminuye la protección dentro del lote para hemípteros como la chinche diminuta o la chinche de los cuernitos (Dichelops) que tanto daño provocan en la emergencia de la soja y el maíz respectivamente. La aplicación de insecticidas sobre los rastrojos para disminuir la población de este tipo de plagas se considera negativa, ya que estaríamos disminuyendo la población de benéficos que debería actuar durante todo el otoño e invierno.
Santiago Barberis, especialista en plagas. Con la colaboración del Ing. Agr. Diego Alvares de la empresa Lares S.A.
Fuente: Revista Clarín Rural