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¿Cómo debería ser un suelo para permitir un óptimo desarrollo al cultivo?

La estructura de un suelo es el ordenamiento de sus partículas sólidas en forma de agregados, dejando entre y dentro de ellos espacios vacíos o poros. El espacio poroso que presentan los suelos está ocupado, en parte por agua con sustancias disueltas y en parte por una mezcla de diversos gases que se conoce como aire del suelo. Un ejemplo de la composición de un suelo con 50% de espacio poroso sería:

 

 

Para que un suelo tenga óptimas condiciones de funcionamiento para el desarrollo de las plantas, debería presentar una estructura estable, capaz de permitirle al vegetal la expresión de su potencial de crecimiento, sobre todo del sistema de raíces, sin impedimentos, para la exploración del mayor volumen de suelo posible. Ello implica:

 

  • Condiciones de superficie con buena estabilidad de agregados para una correcta entrada y circulación de agua y aire.

 

  • Buena capacidad de almacenaje de agua y libre movimiento de la solución agua más nutriente desde el suelo a la raíz

 

  • Ausencia de limitaciones, ya sean genéticas (naturales) o inducidas, en la profundidad del suelo que exploran las raíces.


Una manera de entender la complejidad del funcionamiento del suelo es prestando atención en su sistema poroso, en donde se cumplen todos los procesos físicos, químicos y biológicos. El sistema poroso del suelo impacta directamente sobre el balance de agua (entradas y salidas del sistema), en el funcionamiento hídrico (relaciones agua-planta), en la entrada y difusión de gases y de calor, y en el desarrollo y crecimiento de las raíces.

De todas las propiedades del suelo, la porosidad es tal vez la más fácil, frecuente y ampliamente alterada por las operaciones de labranza o manejo sin laboreo. Cualquier factor adverso que altere el crecimiento y actividad de las raíces, como capas compactadas, inadecuados aireación, temperatura y estado hídrico del suelo, entre otros, puede afectar parcial o severamente la actividad radical y por lo tanto la capacidad de producción del cultivo. Por lo tanto se desprende la importancia de contar con un ambiente edáfico cuyas características funcionales le permitan a la planta expresar su potencial de producción desde este punto de vista.

El nivel de materia orgánica de un suelo, es considerado un indicador de la calidad del mismo. La materia orgánica del suelo que está formada por residuos vegetales y animales en distintos grados de descomposición, juega un rol fundamental en la estructura de los suelos contribuyendo a la formación de los agregados. Las rotaciones de cultivos, la fertilización y el manejo de los residuos, son algunas de las prácticas que mayor efecto ejercen sobre el contenido de materia orgánica del suelo, a través del tiempo. Este aspecto explica en parte, por qué los suelos en siembra directa, con una adecuada rotación con gramíneas, tienen por lo general una buena estructura. La inclusión de gramíneas en la rotación, además de aportar mayor volumen de rastrojo en superficie, permitiría mejorar la estructura del suelo, mediante el efecto de sus raíces en cabellera y de la actividad biológica, generando grietas y canales que incrementen la velocidad de infiltración del agua y el desarrollo de raíces de otros cultivos. En lotes destinados a monocultivo de soja en cambio, aún manejados en siembra directa, además de la escasa cobertura que se observa en superficie, la estructura del suelo también suele ser afectada.

Es posible observar entonces, cómo en un mismo lote las condiciones del suelo pueden ser diferentes cuando el manejo del mismo es distinto.

Estas fotos corresponden a muestras de suelo del horizonte superior, de un ensayo de larga duración (de 6 años de antigüedad) en la EEA INTA Oliveros, sobre un suelo degradado físicamnte. Fueron tomadas en el mismo momento, en parcelas contiguas de un mismo lote manejado en siembra directa pero con diferentes secuencias de cultivo:

A) Monocultivo de soja. Una cara lisa, de aspecto continuo se asocia a la falta de porosidad estructural (macroporosidad).

B) Secuencia Maíz-Soja-Trigo/soja. Una cara de aspecto rugoso, se asocia a una macroporosidad visible importante, debido a la falta de contacto de los agregados que constituyen su estructura.

 

A: Parcela correspondiente a monocultivo de soja.

   

B: Parcela correspondiente a una secuencia Maíz-Soja –Trigo/soja.

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