Por eso, se las llama “Supermalezas” y ocasionan problemas como el alza de los costos de producción para controlarlas, además de los afecciones de salud en personas susceptibles a determinadas especies.
El Ing. Agr. Hugo Robinet del INTA Famaillá explica que el fenómeno de la resistencia de malezas no se debe solamente a la adopción de tecnología de alta performance como el uso de cultivos genéticamente modificados (GM) y o de Glifosato, sino a la falta de medidas integradoras como la adopción planificada de rotación de cultivos y herbicidas.
“La real preocupación de los productores es que si bien los avances tecnológicos solucionan los problemas de resistencia, la naturaleza siempre responde y éstos terminan apareciendo tarde o temprano”, sostiene el técnico.
Un poco de historia
Para comprender la problemática, Robinet hace una revisión de lo ocurrido en nuestra región en las últimas décadas. Desde la expansión de la frontera agropecuaria en los años 70 y el desarrollo de la agricultura convencional se produjo un deterioro de la calidad y capacidad productiva de los suelos como consecuencia de procesos erosivos y balances negativos de Carbono, Nitrógeno y Fósforo. Esta degradación incidió y fue acompañada por la aparición de malezas problemáticas.
La incorporación de la Siembra Directa a partir de los 80 permitió el mantenimiento y mejora de las propiedades del suelo, pero el uso de tecnologías de alto impacto como la aplicación masiva de Glifosato, la falta de rotación de cultivos y la capacidad de diseminación y sobrevivencia de las malezas produjo la permanencia y aparición de nuevas resistencias, además de una mayor tolerancia al herbicida aplicado.
Los primeros problemas ocasionados por la resistencia de malezas fueron por la presión de selección generada por el control con herbicidas de un mismo “modo de acción”. En este sentido, en la década del 80 aparecen los problemas ocasionados por Ipomoea purpúrea (bejuco); en la década del 90, por Amaranthus quitensis (“ataco resistente”); y en la última década, por Sorghum halepense (pasto ruso, sorgo de Alepo) entre otras malezas de difícil control.
“Para suerte del productor, ya existen nuevos avances que permiten el control mediático de estos problemas. Por ejemplo, en rotación con maíz transgénico resistente a derivados “fenoxis” aplicados para el control de latifoliadas resistentes al Glifosato como Ambrosia tenuifolia (altamisa), que ocasiona importantes daños en EEUU. Incluso ya se trabaja con cultivos GM para varias resistencias, logros que marcan el camino productivo”, indica el Ing. Robinet.
Recomendaciones
Como mencionamos al inicio, los problemas de resistencia vuelven a aparecer tarde o temprano. Veamos entonces cuáles son las medidas que puede tomar el productor según las recomendaciones del técnico del INTA.
Desde la óptica del Manejo Integrado, conviene desarrollar una herramienta conceptual en la práctica con medidas que le permitan al cultivo crecer y desarrollarse libre de la competencia de malezas. Una alternativa válida es la rotación planificada acorde a la problemática y las características locales.
Pero, si bien es necesaria la rotación planificada de cultivos en la producción de granos, se trata de una decisión difícil de tomar debido, entre otros motivos, a la gran diferencia de precios que existe entre los distintos productos.
“El sentido común lleva a pensar en la necesidad del apoyo estatal, con todas las articulaciones de gestión necesarias, técnicas y financieras, para la incorporación de prácticas sustentables como las rotaciones planificadas. Seguramente, la visión gerencial privada y pública conoce los pormenores para realizar una gestión exitosa que involucre a todos los sectores. Mientras tanto, se debe poner mucha atención en las metodologías productivas, los logros y las secuencias para una agricultura sustentable”, concluyó Robinet.