Los beneficios que los agroquímicos presentan para la sociedad son notorios: lo más obvio está dado por los importantes aumentos en los volúmenes de la producción agropecuaria y la mejor calidad de los alimentos presentados en las góndolas. Pero no deben dejarse de lado otros aspectos al hacer una evaluación: control de enfermedades endémicas transmisibles por insectos, tanto para las personas como para los animales domésticos, control de malezas en caminos y vías férreas, acceso a mayor comodidad en actividades al aire libre, tratamientos sanitarios en domicilios, plantas industriales, hospitales, etc.
Sin embargo, pese a todo ello, no gozan, en general, de una buena valoración en el contexto de nuestra sociedad. Con mucha mayor frecuencia de la que desearíamos son citados casos de intoxicaciones y enfermedades atribuidas al mal uso de los mismos. Y, si bien en algunos casos estas imputaciones pueden ser arbitrarias, quienes nos especializamos en tecnologías de aplicación sabemos que existe aún un largo camino por recorrer en la búsqueda de la eficiencia, calidad y sustentabilidad de las mismas.
En este camino, algunas cuestiones deben ser atendidas:
- Aplicar los agroquímicos solamente cuando es estrictamente necesario. Para ello en preciso llevar a cabo el monitoreo de las plagas y esperar al momento en que se llega al llamado “umbral económico”, es decir el punto en el cual se considera que el daño por la plaga o enfermedad superará el costo del tratamiento.
- Tener siempre en cuenta las precauciones necesarias para no generar problemas en la salud de las personas directamente involucradas ni en terceros ajenos al proceso y, además, preservar adecuadamente el medio ambiente (fauna doméstica y salvaje, agua, suelo)
- Aplicar los agroquímicos solamente en aquellos lugares en que son necesarios y en la menor dosis por hectárea compatible con un adecuado control. Es en este aspecto donde el avance de la Agricultura de Precisión puede dar importantes respuestas. Parece necesario, por lo tanto, detenernos a analizar los motivos por los cuales, lamentablemente, no se ha avanzado lo esperable a nivel masivo en aplicaciones de agroquímicos bajo los criterios de AP.
Dos investigadores alemanes (R. Gerhards y H. Oebel) sostienen que una aplicación de agroquímicos es eficiente cuando se aplica el producto adecuado, en el momento adecuado y en la dosis adecuada y que siendo notoria la heterogeneidad que se presenta en la distribución y desarrollo de las plagas, malezas y enfermedades en los lotes productivos, cuando hacemos “aplicaciones promedio” (un solo producto o una mezcla – una sola dosis) somos ineficientes en la enorme mayoría de los puntos de dichos lotes. Este objetivo final de lograr aplicaciones específicas y localizadas, es muy distinto de las circunstancias actuales. Pero, claramente nos puede fijar un horizonte del trabajo hacia el futuro, quizás no tan lejano.
Nuestra meta nos hace pensar en equipos que, sobre la marcha, puedan aplicar diferentes productos, con diferentes dosis en diferentes lugares del lote. Pero también necesitaríamos conocer la “foto” del lote que nos permita “explicar” a la máquina pulverizadora cómo tiene que efectuar el trabajo. O sea, dos aspectos a considerar: una pulverizadora “inteligente” y un mapa de prescripciones que responda adecuadamente a los objetivos de control.
Sobre el primero de estos dos ítems, se viene avanzando en forma constante y de año en año los nuevos desarrollos de software y electrónica generan herramientas impensadas muy poco tiempo atrás. Sin ir más lejos, están muy próximas a aparecer controladoras de pulverización que desde la cabina permitan, mediante modulación de ancho de pulsos eléctricos, manejar el caudal y el tamaño de las gotas aplicadas sin necesidad de cambiar pastillas. Los tiempos de respuesta ante los cambios de dosis se hacen cada vez menores, volviendo comercialmente aptos a sistemas que antes no lo eran, como la inyección directa del agroquímico en la línea de aplicación. Inclusive los procesos de robotización vienen abriéndose paso en estas tecnologías. La combinación de las dos tecnologías (Modulación por ancho de pulsos e inyección directa) bien podría permitir variar los productos, el tamaño de las gotas y las dosis a aplicar sobre la marcha.
Sobre el segundo aspecto los avances no son tan notorios. Si bien es factible, mediante técnicas fotográficas y procesamiento de las imágenes, elaborar mapas de malezas que permitan aplicaciones claramente localizadas, la complejidad de las técnicas y, fundamentalmente sus costos, hacen que hoy no sean viables. Debe tenerse en cuenta que cada aplicación requeriría un mapa de prescripción. Más complejo aún es elaborar un mapa de prescripciones para aplicaciones de insecticidas o de fungicidas. Esto no quiere decir que sea imposible o que no podamos disponer de ellos en un futuro relativamente cercano y a un costo accesible. Será responsabilidad de quienes nos dedicamos a la investigación de estos temas.
Cuando se haya logrado armonizar los dos aspectos, a costos económicamente accesibles, habremos dado un paso sumamente importante hacia la eficiencia de las aplicaciones, sin resignar productividad y disminuyendo de forma notoria los riesgos inherentes a afectar la salud de las personas y de perturbar al medio ambiente.
Si bien estamos analizando solamente una etapa del proceso productivo general, el control de plagas y enfermedades, que cada vez en mayor medida es llevado a cabo como un servicio de los contratistas de maquinaria agrícola, y teniendo en cuenta los claros beneficios que las nuevas tecnologías pueden aportar sobre aspectos negativos que hoy en día son muy severamente cuestionados por la sociedad: ¿no estamos, acaso, generando un importante agregado de valor?