Diez años de ensayos realizados en forma conjunta por el Crea Sur de Santa Fe, la empresa ASP y el Ipni (Intenational Plant Nutrition Institute) arroja datos concluyentes: cada kilo de nitrógeno (expresado en elemento) aplicado al suelo como fertilizante se convierte en 23 kilos de trigo y 22 de maíz.
Cada kilo de fósforo elemento, se convierte en 51 de trigo, 40 de maíz y 23 de soja de segunda. Y cada kilo de azufre (también elemento) se convierte en 24, 46 y 42 kilogramos de cada grano respectivamente.
Esta conclusión, realizada por instituciones de referencia en lo que hace a la agronomía, despeja cualquier duda acerca del retorno de la práctica de la fertilización.
Pero la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (Ciafa) le dio una vuelta de tuerca económica a este trabajo y calculó cómo impacta en la economía argentina en función de los precios de los fertilizantes y los granos.
La conclusión es igual de terminante: por cada dólar invertido en aplicación de nitrógeno, ingresan cinco en concepto de divisas por la exportación, de los cuales el 23% va a las arcas del Tesoro Nacional vía los derechos de exportación.
Una relación similar se da en el maíz, solo que como los derechos de exportación se ubican en 20%, la ganancia del fisco es solo levemente inferior.
La inversión en fósforo es todavía más redituable. En trigo, la relación es 5,7:1, casi lo mismo que en el caso de la soja de segunda. En maíz, por cada dólar aplicado como fósforo, se generan 4,6 en divisas.
Para el Estado no es un dato menor, ya que los derechos de exportación de la soja se ubican en 35%, con lo cual de esa relación de 5:1, un tercio va al Tesoro Nacional.
Por último, la aplicación de azufre arroja retornos todavía más impactantes, particularmente en soja de segunda.
El dato que remarca Ciafa en su informe es que solo el ingreso por derechos de exportación del plus de granos producidos a consecuencia del uso de fertilizantes es superior al costo de los productos importados.
Cabe destacar que la Argentina no cuenta con producción de fósforo elemento (sí lo importa para sintetizar superfosfato simple, agregando valor localmente), con lo cual debe recurrir sí o sí a los proveedores externos.
En el caso del nitrógeno, donde la Argentina sí es productora se consideró un valor de paridad de importación para calcular el efecto.
Acerca del estudio. El trabajo a campo utilizado como base fue llevado adelante por el Crea Sur de Santa Fe, el Ipni y Agroservicios Pampeanos (ASP), desde 2000 en adelante y abarcó 11 sitios en la zona núcleo pampeana, para los tres cultivos más importantes: trigo, maíz y soja (tanto de primera como de segunda).
Las pruebas se hicieron comparando las parcelas fertilizadas con niveles de reposición (más un plus de 5%) contra testigos sin fertilizar. En todos los casos, los resultados estuvieron sometidos a la variabilidad climática de cada campaña.
Así los resultados son muy representativos y contemplan la variabilidad especial y temporal.
Un aspecto no considerado es el pasivo ambiental que genera la agricultura sin reposición de nutrientes, ya que empobrece los suelos, lo que significa una extracción de la riqueza del suelo, que deberán reponer las generaciones siguientes de productores.
Por otra parte tampoco se contabilizan las externalidades fruto de una nutrición balanceada. Es para destacar que estos resultados se obtienen cuando los cultivos cubren adecuadamente las necesidades de los tres nutrientes (la oferta de potasio de los suelos pampeanos es alta) y no se podría tomar de a una individualmente.