Ante las importantes pérdidas productivas ocasionadas en la región de Mar y Sierras, Agustín Bilbao, asesor del CREA Necochea-Quequén, brindó algunas consideraciones para atacar esta problemática en la región. Señaló que es necesario “implementar modelos más moderados tanto en lo que respecta a densidad como a nutrición”.
En las últimas campañas de girasol el cultivo en la región CREA Mar y Sierras viene experimentando importantes pérdidas productivas ocasionadas por el cancro del tallo (Phomopsis helianthi).
Al tratarse de una enfermedad que no cuenta con fungicidas capaces de controlarla, las premisas agronómicas sobre las que se sustentaba la oleaginosa pasaron a estar en discusión.
“Haciendo todo bien en términos agronómicos y sembrando los mejores híbridos de girasol tolerantes a la Phomopsis, igual podemos llegar a tener problemas graves”, advirtió Agustín Bilbao, asesor del CREA Necochea-Quequén (región Mar y Sierras), durante una charla ofrecida recientemente en la Unidad Integrada Balcarce del INTA y que fue organizada por Asagir.
Agustín mencionó un caso registrado en 2023 en la zona de Necochea en el cual los rendimientos, en cuestión de semanas, se derrumbaron a causa de un ataque severo de Phomopsis en los sectores con mayor potencial productivo.
“En aquellos ambientes con potencial para lograr 3800 kg/ha, cosechamos apenas 1800 kg/ha, mientras que en los sectores con menor aptitud el rinde previsto no varió”, indicó.
Otro caso más reciente correspondió a la última campaña 2023/24 con un girasol sembrado en la zona de Miramar el 2 de noviembre a 52 centímetros con una fertilización de 40 kg/ha de MAP y 90 kg/ha de urea voleada a la siembra en un suelo que al 14 de octubre mostraba en el análisis 28 ppm de fósforo, 49 ppm de N-NO3 49 y 81 ppm de Nan.
Con un antecesor trigo/soja de segunda y empleando un híbrido tolerante a Phomopsis, el cultivo contaba con un potencial de rendimiento promedio del orden de 3800 kg/ha. Sin embargo, lluvias excesivas ocurridas entre fines del año pasado y comienzos del presente provocaron una diseminación generalizada de la enfermedad.
“En las cabeceras el cultivo tenía 1,9 metros de altura y en lote 1,7 a 1,8 metros con 55.000 plantas por hectáreas logradas; el cultivo tuvo crecimiento vegetativo exuberante y el rinde final fue de 1650 kg/ha a causa de los daños generados por Phomopsis”, explicó el asesor CREA.
“Evitar cultivos con un crecimiento excesivo pasa a ser una cuestión fundamental. Otro tema clave es cómo vamos a ambientar los lotes con esta problemática porque el manual dice que el mayor nivel tecnológico debe aplicarse en los mejores ambientes pero ahora con Phomopsis tenemos muchas preguntas al respecto”, añadió.
En definitiva: los modelos más intensivos de girasol ya no son tan productivos en los últimos años a causa del impacto de Phomopsis, por lo que la recomendación general podría ser implementar modelos más moderados tanto en lo que respecta a densidad como a nutrición. «La nutrición seguirá siendo un factor clave para asegurar elevados rendimientos en girasol, pero en la actual coyuntura sanitaria el empleo de esa tecnología debe evaluarse con mayor rigurosidad en función de los datos aportados por los análisis de suelos; ser más cuidadosos en ningún caso significa dejar de fertilizar», resumió Agustín.