El fuerte incremento de la siembra de maíz en la Argentina en la última década se relacionó, en buena medida, con el crecimiento del sistema de producción de maíz tardío en la región pampeana, y la inclusión del maíz en las rotaciones de áreas marginales, donde la participación del cultivo era muy baja. Dentro del movimiento CREA, el maíz tardío ocupó entre el 60 y 70% de la superficie maicera en las últimas cuatro campañas. De todos modos, esa proporción es muy variable entre regiones.
En la zona núcleo maicera, el maíz temprano supera al tardío, ya que frecuentemente se exploran condiciones de alta productividad, más favorables para el primero. En el otro extremo, en regiones extrapampeanas como el NOA y Chaco Santiagueño, o en el sudoeste bonaerense, la siembra de maíz tardío es la práctica más habitual debido a las condiciones climáticas de esas zonas.
Para una misma región, genética y densidad, el rendimiento potencial del maíz temprano supera el del maíz tardío, ya que los niveles de radiación y temperatura en el momento más crítico del cultivo (alrededor de la floración y durante el llenado de granos) son más favorables. Sin embargo, en los lotes aparecen muy frecuentemente limitaciones de agua y nutrientes que no permiten que se exprese ese potencial. En estos casos, el rendimiento del maíz tardío puede superar el del maíz temprano, principalmente en las situaciones de menor productividad, elevando los rendimientos mínimos y, en consecuencia, reduciendo su variabilidad, lo que lo convierte en más seguro.
En la última campaña, los productores de CREA alcanzaron rindes máximos de maíz tardío que estuvieron entre 2000 y 3000 kg/ha por debajo de los máximos de siembras tempranas (superiores a los 16.000 kg/ha). Sin embargo, el 50% de los lotes de maíz temprano tuvieron rendimientos inferiores a los 6000 kg/ha, mientras que solo el 30% del maíz tardío se ubicó por debajo de ese nivel.
En general, como el potencial de rendimiento es más bajo, los planteos de maíz tardío o las estrategias de manejo se tornan “defensivas”, con menor inversión en tecnología, lo cual se refleja en variables de manejo como la genética, la densidad de siembra o la fertilización. Este comportamiento genera una brecha amplia entre el rendimiento logrado por los productores y el alcanzable dentro de ciertos límites de eficiencia de uso de los recursos y factibilidad económica y ambiental de la producción.
Si se comparan los resultados de los productores que más fertilizan con nitrógeno y fósforo (en promedio, 100 kg de nitrógeno y 25 kg de fósforo por hectárea) con los que utilizan menores dosis (20 kg de nitrógeno y 5 kg de fósforo), se ve que al incrementar la dosis de nitrógeno se logran aumentos de rendimiento del orden de 2000 kg/ha, y de cerca de 1500 kg/ha al elevar la dosis de fósforo, es decir, rendimientos entre 20 y 30% superiores en promedio. Normalmente, las mejoras en las dosis de nutrientes se acompañan con mejoras en otras variables, como el híbrido, la densidad y la protección del cultivo; las diferencias observadas se deben a un modelo de producción de mayor intensificación tecnológica y mayor inversión en general.
En las siembras de maíz tardío, adquiere mayor relevancia el manejo de plagas, enfermedades y malezas, sobre todo en las regiones de mayor presión de estas adversidades, desde las latitudes centrales hacia el norte del país. Así, se vuelve clave la elección del híbrido, y, en el caso de las plagas, el uso de tecnología Bt (resistencia a lepidópteros).
En las últimas campañas, hubo un aumento importante de híbridos con la tecnología Vip3, proteína de gran eficacia para el control del gusano cogollero (Spodoptera frugiperda), principal plaga del cultivo de maíz. Es clave cuidar la tecnología, realizando monitoreos periódicos y refugios efectivos, para demorar la aparición de resistencias.
Si bien el manejo de maíz tardío se ha ido ajustando, creemos que hay margen para seguir aumentando su productividad, y así reducir la brecha de rendimientos. Es importante seguir registrando variables de manejo, ambiente y resultado del cultivo, para aprender de los datos, y complementar los proyectos de investigación involucrados en el desarrollo del maíz tardío.