“Encontramos biotipos de ryegrass resistentes a herbicidas que comenzaron a dificultar los manejos clásicos que se hacían de los cultivos y sentimos la necesidad de acercar alternativas a los productores”, aseguró Mario Vigna, investigador del INTA Bordenave. Esos estudios apuntaron, en primer lugar, a la competencia de las principales malezas gramíneas que afectan el cultivo (Avena fatua, Lolium) para conocer el comportamiento de cada cultivar comercial existente. Después, mediante la interacción con el programa de mejoramiento, se evaluaron líneas avanzadas de trigo con la idea de liberar cultivares competitivos y tolerantes a la competencia.
“Tratamos de seleccionar cultivares que tengan la capacidad de sobreponerse a la competencia de malezas, pero también, como hablamos de producciones de bajos insumos, intentamos que los cultivos tengan la capacidad de dar harina de máxima calidad”, explicó Vigna.
Un informe del INTA sobre este asunto explicó que la competencia puede definirse como el proceso por el cual las plantas comparten recursos provistos en cantidades insuficientes para satisfacer sus requerimientos conjuntos, lo que causa una reducción en su supervivencia, su crecimiento o su habilidad reproductiva.
Las evaluaciones del INTA en busca de variedades que le pongan el pecho a estas malezas difíciles de controlar incluyeron entre 15 y 20 cultivares cada año. “Se sembraron en parcelas las diferentes variedades y en la mitad de la misma se atravesaron los cultivos con avena, con la intención de medir la producción de biomasa y el rendimiento”, señaló el especialista.
“A lo largo de los años de trabajo confirmamos la habilidad competitiva del cultivar Buck Charrua –que se plantó como cultivar testigo por haber presentado un buen rendimiento en ensayos anteriores– y se identificó mediante la evaluación de la variable biomasa en antesis al cultivar Buck Bellaco y la línea avanzada INTA Bordenave V0990 con características que podrían ser consideradas en próximos ensayos”, precisó Vigna.
Se pudo comprobar que los cultivares más competitivos son una opción para el manejo de malezas, en tanto no incurren en ningún costo adicional. La utilización de esas variedades permite disminuir el número de aplicaciones de herbicidas y racionalizar los recursos.
Asimismo, el especialista aseguró que aumentar la densidad de la siembra también es una variable a considerar, “especialmente, en sistemas de bajos insumos, en planteos de producción orgánica o cuando se desarrolla resistencia a los herbicidas”.