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Conocer el ambiente y planificar, la clave del éxito para el girasol

En los últimos años hubo un cambio importante en términos productivos para el girasol con un salto tecnológico que derivó en mayores rendimientos. Pero si este fenómeno no es acompañado por un manejo planificado y eficiente, los resultados finales pueden estar muy lejos de lo esperado. Con el objetivo de ayudar a los productores en la toma de decisiones, en el 7° Congreso Argentino de Girasol se brindaron las claves para lograr el máximo potencial de cultivo, contemplando todas las variables a nivel regional y por ambiente.

La exposición estuvo coordinada por Pablo Calviño, uno de los máximos referentes en girasol. Sin embargo, el protagonismo estuvo en manos de tres asesores CREA que representaban a cada una de las principales zonas productivas del cultivo: Agustín Giorno (sudoeste de Buenos Aires), Agustín Bilbao (sudeste de Buenos Aires) y Osvaldo Cubecino (NEA). Todos coincidieron en algo básico para llegar a buenos resultados: conocer el ambiente y a partir de ahí definir una estrategia.

“Para construir buenos rendimientos en el cultivo de girasol es importante definir y clasificar los ambientes. El impacto en el Norte es más que nada por la historia del lote, que con más de 15 o 20 años de siembra directa la primera limitante es la densificación del suelo a profundidades de 20-30-40 centímetros que impiden el desarrollo de las raíces”, asegura Cubecino, que desarrolla su tarea principalmente en Chaco. El asesor señaló que los suelos con mucha profundidad y perfil son los ideales, y que pueden llegar a definir hasta el 60% de los resultados.

En tanto, Agustín Bilbao consideró que el girasol es un cultivo de “pura estrategia” y lo ejemplificó con números. “En lo que es la zona CREA Mar y Sierras teníamos un rendimiento bastante estabilizado hace un par de años de 2150 kilos por hectárea. Pero una mejor ambientación de los lotes nos permitió mejorar esos rindes en 500 kilos y ahora estamos en 2650 kilos por hectárea”, reveló. Sin embargo, ese crecimiento sigue siendo insuficiente y apunta a superarlo con un manejo a largo plazo: “Hay que poner más cabeza que la que ponemos hoy día para lograr mayores brechas de rendimiento”.

Por su parte, Agustín Giorno coincidió con sus pares y aseguró que una correcta definición del ambiente es la llave. “Para lograr un cultivo razonable hay que entender en qué ambiente queremos que el cultivo crezca, se desarrolle y genere rentabilidad”, prosiguió. “Nuestra experiencia es en ambientes limitados y con tosca. Ahí la clave de manejo no es tanto la densidad, sino más bien la fecha de siembra”, afirmó el especialista, que la situó entre fines de noviembre y principios de diciembre. Otro de los puntos a tratar es que el cultivo se desarrolle en el primer periodo crítico sin adversidades, principalmente de malezas y plagas.

Para Cubecino, la implantación del girasol implica también todo un desafío y es uno de los puntos críticos. Según su visión, la fecha de siembra representa entre un 20 y 25% del rendimiento y se sitúa entre mediados de julio y agosto. “El objetivo es lograr cultivos homogéneos y uniformes, y para esto se necesita un estricto control de malezas y enfermedades. Hoy en el Norte se está cambiando a materiales con ciclos más cortos que nos exigen en densidades y cambia un poco nuestra metodología de trabajo. Hay que empezar a encontrar esos ciclos para cerrar en septiembre”, explica.

Otra es la situación en el Sudeste de Buenos Aires, donde los girasoles de segunda con ciclos más largos otorgan mayor rendimiento, más materia grasa y gran estabilidad. “También le da mayor tiempo para enfermarse, como Cancro del Tallo por ejemplo”, admitió. La recomendación pasa por sembrar entre el 1 y el 10 de enero, siempre posicionado sobre trigo, con una densidad de 40 mil plantas. “Es importante tener buen nivel de fósforo y si se puede incorporar 60 kilos de urea. El cultivo de segunda de girasol es como un nicho muy interesante porque es menos susceptible a heladas que soja y maíz”, concluyó Bilbao.

Más allá de las recomendaciones técnicas, los asesores tampoco escaparon al factor económico del cultivo. Para Giorno, el girasol es poco previsible en tema precios y se hace muy difícil proyectar la actividad con algo de certeza: “No se sabe si va a valer 220 o 350 dólares. Agronómicamente tampoco estamos en condiciones de saber cuál va a ser la calidad del grano cosechado y el nivel de materia grasa”.

Sin embargo, Bilbao destacó que más allá del margen bruto, es importante darle un lugar al girasol. “Tiene una fortaleza en soportar la sequía, nos rinde prácticamente lo mismo en años secos y húmedos, lo cual nos da una previsibilidad muy grande. Y seguimos pensando que es fundamental para la biodiversidad de los ambientes”, apuntó el representante CREA.

Por último, Cubecino planteó la difícil situación que se vive en la región del NEA con las últimas inundaciones que dejaron un panorama bastante desolador con entre 30 y 45 mil hectáreas con pérdidas. “La zona anegada en el Chaco corresponde a un área que tiene muchos años de girasol. Allí hay que empezar a ingresar temprano en los lotes, pero creo que el 80% de esa superficie, estando a 20 días de la siembra, no va a estar en condiciones”, reveló. En ese sentido, afirmó que lo que va a terminar definiendo el área de siembra es la rentabilidad del cultivo, pero “los números están difíciles”.

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