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Cómo intensificar la producción de manera sustentable

La población mundial en plena mutación está necesitando mayor cantidad de alimentos pero los quiere a partir de sistemas sustentables y usando menos menos recursos. Satisfacer todas las necesidades podría parecer contradictorio, pero con las tecnologías actuales no lo es.

En el marco del 14to. Simposio de Fertilidad, uno de los paneles del jueves tres especialistas se refirieron a este tema: Cómo intensificar la producción de manera sustentable.

“La Argentina tiene un potencial para aumentar la producción de granos de soja, trigo y maíz, en 7,4, 5,2 y 9,2 millones de toneladas, respectivamente, sin expandir el área de cultivo”, disparó el referente del Conicet y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata, Juan Pablo Monzón. Aunque advirtió: “Los últimos 20 años los rendimientos aumentaron gracias a potencial genético, mejoras agronómicas y su interacción, y se espera que los potenciales de rendimiento sigan aumentando, pero es poco probable que se encuentre a la tasa requerida para satisfacer la demanda de alimentos en 2050”.

“Creemos que la producción de alimentos va a crecer un 9% gracias a sumar nueva superficie, un 16% gracias a la intensificación y un el tercer factor que representaría un 75% que es incrementar el rendimiento por unidad de superficie”, argumentó Monzón.

Los últimos 15 años, el área de cultivo en Argentina aumentó casi 1 millón de hectáreas por año, “principalmente de soja” impulsada por “el paquete tecnológico de la siembra directa, cultivos transgénicos y dosis crecientes de fertilizantes”. Monzón estimó que el área para 2050 treparía a entre 37 y 40 millones de hectáreas de las 32 M/ha actuales. Esto implicaría un aumento de 15 a 25% “aunque no significaría un aumento proporcional en la producción de granos dado que son ambientes menos productivos y más frágiles.

La otra opción es el crecimiento vertical, es decir, aprovechar más cada metro de suelo puesto en producción. Para eso hay dos caminos: acortar las brechas de rinde entre los manejos de punta y los de menor aporte tecnológico, y sumar dobles cultivos, sea de producción de granos comerciales o cultivos de servicio. “Hoy hay zonas en las que estamos obteniendo sólo el 30% del potencial de rinde de maíz de esa zona en cuestión, la brecha en trigo va de 35 a 70% y en soja de 50 a 80%”, dijo Monzón. ¿Cómo se resuelve esto? “Usando las tecnologías que hoy ya existen”, dijo.

En cualquier caso, para Monzón, “todo cambio que se haga en Argentina repercutirá en los saldos exportables y contribuirá a la seguridad alimentaria mundial”.

En este sentido, Gervasio Piñeiro de la Facultad de Agronomía de la UBA, investigador independiente de Conicet-IFEVA (Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas en Agricultura), confió que “los cultivos de servicio pueden ser una herramienta viable para concretar nuevas estrategias de nutrición sistémica porque logran mejorar diversos procesos del ciclado de nutrientes que favorecen la nutrición de los cultivos”. Llamó a “tener en más en cuenta al jugador M… ¿Maradona? ¿Messi? No, Materia Orgánica porque es una caja de ahorro que hay que ir llenando y todos seguro tienen bastante vacía”, bromeó.

Como beneficios de una nutrición sistémica, pensando en el sistema, Piñeiro mencionó que pueden “nutrir el suelo y formar materia orgánica, capturar nutrientes plausibles de perderse y hasta pueden nutrir directamente a los cultivos de renta subsiguientes”.

Una de las claves para formar materia orgánica es la inclusión de cultivos de servicio que aporten una buena relación carbono-nitrógeno (cercanas a 24) al momento de su supresión. Otra estrategia es sembrar CC que produzcan grandes cantidades de raíces finas. “¡Los cultivos de servicio aumentan 1 tonelada de carbono por hectárea por año!”, se entusiasmó.

Por otro lado, Piñeiro argumentó que “los cultivos de servicio podrían crecer en los momentos de alta disponibilidad de nutrientes, por ejemplo, durante la senescencia de los cultivos de renta, para aumentar la captura de nutrientes y reducir las pérdidas”.

Entre las advertencias sobre el uso de los cultivos de servicio, Piñeiro destacó establecer el momento justo para cortar el consumo de agua. “Debe ser evaluado con precisión para que no afecten negativamente el cultivo de renta siguiente”, dijo. Y arengó: “Recuerden que no producen sólo lo que venden, producen otras cosas que tienen también gran valor”.

Nutrientes y ambiente

“La gestión ambiental agropecuaria está cuestionada por buena parte de la sociedad argentina”, argumentó Carolina Sasal, del INTA Paraná. Y agregó: “Percepciones de riesgo de contaminación, degradación de recursos naturales y deterioro de la calidad de los alimentos, son algunas de las preocupaciones que se amplifican en redes sociales y algunos medios de comunicación”.

Sasal destacó que “si bien los nutrientes aportados al sistema mejoran la productividad de los cultivos, su transporte desde el suelo hacia otros compartimentos ambientales puede generar efectos no deseados tales como eutrofización (acumulación de residuos orgánicos en cursos de agua), pérdida de biodiversidad en ecosistemas acuáticos y la contaminación de aguas superficiales y subterráneas”.

“En el mundo se ha superado el umbral crítico relacionado con el deterioro del medio ambiente a escala mundial vinculado con el flujo de nutrientes, nitrógeno y fósforo, hacia otros ecosistemas, algo que tiene que ver con la asincronía entre la oferta y la demanda de nutrientes, no sólo con la cantidad”, argumentó.

Para Sasal, las prácticas para minimizar la contaminación no son novedosas ni desconocidas por el sector agropecuario. “Reducir el escurrimiento, la siembra directa, sistematizar tierras permiten controlar la velocidad del escurrimiento del agua así como también permiten minimizar la erosión hídrica y las pérdidas de nutrientes”, expuso.

Como resumen, dijo que “INTA, Universidades e instituciones cuentan con gran variedad de datos ambientales pero carecemos de evaluaciones integradas que permitan su uso para la toma de decisiones”.

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