La introducción de un nuevo cultivo en una región o país está asociada a numerosos aspectos técnicos, comerciales y políticos. Muchos productores siembran un cultivo incentivados por dos razones. Una de ellas es la rentabilidad y la otra la demanda mundial creciente de los cultivos considerados alternativos o especialidades.
En el país, la superficie sembrada con garbanzo viene creciendo en las últimas campañas. De acuerdo con el asesor técnico Adrián Poletti, especialista en la producción de esta legumbre, la Argentina pasó de ser un origen poco relevante en el comercio del garbanzo a estar dentro de los primeros cinco exportadores mundiales.
Pero la inclusión de un nuevo cultivo exige conocer, entre otros aspectos, la calidad sanitaria de la semilla, realizando un análisis específico para luego definir claramente las estrategias a seguir.
Durante el ciclo 2011/12, productores de Córdoba y del sudeste de Buenos Aires fueron afectados por la presencia de un rápido marchitamiento y muerte de plantas de garbanzo en parches o rodales. Las primeras detecciones de esta enfermedad, conocida como rabia o tizón del garbanzo, coincidieron con el inicio de formación de vainas en noviembre de 2011.
En los lotes afectados, la incidencia fue del 100%, con síntomas severos en hojas, vainas, tallos y semillas. Las características morfológicas de las fructificaciones estudiadas, la manifestación de los síntomas en las plantas y las infecciones logradas a través de inoculaciones artificiales, permiten concluir en forma precisa que se trata del hongo Ascochyta rabiei, no registrado hasta ahora en la Argentina. Esta identificación se informó inmediatamente a Senasa, ya que se trata de una nueva enfermedad para el país.
La patología que genera este hongo es la enfermedad más destructiva del garbanzo. En países como Australia o España, se registraron pérdidas de hasta el 100% de los lotes afectados. Esto confirma los conceptos iniciales acerca de la importancia de la semilla como agente de introducción de nuevos patógenos todavía no presentes en una región.
La ingeniera agrónoma Gloria Viotti, de la Universidad Nacional de Córdoba, fue la primera en registrar la presencia del patógeno en el país. En diciembre, en muestras de plantas y semillas que se analizaron en la Cátedra de Fitopatología de la Fauba también se detectó la misma patología.