La enfermedad es una alteración en el funcionamiento normal de la planta que se produce como consecuencia de la acción de agentes bióticos llamados patógenos (hongos, bacterias y virus) o abióticos (desordenes nutricionales, genéticos, daño por herbicida, etc.). La manifestación visible de la enfermedad se llama síntoma (ej. manchas en hojas) y la manifestación del patógeno se denomina signo (ej. mohos, cenizas). Para que la enfermedad se produzca deben coincidir tres factores: el hospedante susceptible, el patógeno virulento y las condiciones ambientales favorables para la infección. Dependiendo de la época del año, de la climatología y de las prácticas de cultivo, habrá mayor o menor incidencia de enfermedades fúngicas, bacterianas o virósicas. Las enfermedades afectan el desarrollo y la producción de los cultivos y es un desafío prevenirlas o evitar su diseminación. La forma óptima de controlar una enfermedad consiste en utilizar todas las herramientas disponibles de forma integrada (monitoreo, diagnóstico, control químico, físico, cultural y biológico) para minimizar los riesgos ambientales, reducir los costos y proteger la salud humana. El manejo integrado de enfermedades (MIE) tiene dos enfoques principales: el monitoreo y el uso racional de fungicidas. Para llevarlo a la práctica interesa la identificación correcta y oportuna del agente causal, la reducción de los niveles de incidencia de la enfermedad sin que produzcan daño económico al cultivo y la obtención de productos inocuos y de calidad. El MIE reúne distintas practicas amigables con el ambiente y la salud humana (monitoreo, diagnostico, manejo del cultivo y control de enfermedades) que mantienen bajos niveles de incidencia de la enfermedad sin provocar daño económico, mejorando la competitividad y la sustentabilidad de los sistemas productivos.