SAENZ PEÑA (Agencia) - La superficie sembrada con algodón en el Chaco disminuyó considerablemente en comparación con lo cultivado en la campaña anterior, mermando también la presión del picudo en los algodonales por acción climática y “la toma de conciencia del problema tras los daños que el insecto provocó en la siembra pasada”.
“Hay una disminución de la presencia del picudo en los cultivos de algodón no solamente en el centro chaqueño sino que en toda la zona algodonera, incluidas las provincias de Santa Fe y Santiago del Estero”, confirmó el ingeniero Julio González, coordinador nacional del Programa de Lucha contra el Picudo del Algodonero del Senasa.
En los campos chaqueños el algodón no ocupa más de doscientas cincuenta mil hectáreas mientras que el año anterior la superficie fue de trescientas setenta mil. Particularmente en el departamento Comandante Fernández, tras las pérdidas que provocó el picudo en la pasada cosecha y los negativos precios del producto, el textil no fue la opción preferida de los productores que no llegaron a sembrar cinco mil hectáreas. En el presente año agrícola la cotización de la cosecha sigue siendo negativa. El punto positivo es que no se registra infestación de los lotes con el insecto más dañino de los algodones, “lo que no quiere decir que haya que bajar la guardia en el monitoreo y los controles” no dejan de advertir los profesionales relacionados con la sanidad de los cultivos.
La buena novedad de la disminución de la presencia del picudo en los campos surge a partir de la observación que se realiza de los lotes, por parte de técnicos y productores, y de la lectura de cada una de las nueve mil cuatrocientas trampas que son monitoreadas por el programa que es responsabilidad del Senasa. “En el Chaco son 9.400 trampas activas, a las que se suman las del sector privado, disponiendo el programa de treinta tramperos que recorren la zona”, agregó Julio González, que además remarcó que “en toda la región algodonera son veinticinco mil trampas activas”.
Menor actividad de la plaga
“La actividad de la plaga -el picudo- disminuyó en principio porque el productor está mejor capacitado y cuenta con mayor cantidad de herramientas para un efectivo control ya que tanto las instituciones estatales como las de origen privado estuvieron brindando capacitaciones que evidentemente sirvieron al agricultor”, evaluó Julio González.
En el relato de los productores que por estas horas están concretando las primeras entregas de algodón se hace evidente que lo que dice el profesional del Senasa es verdad. A diferencia de temporadas anteriores, los agricultores asumen como una tarea más la del monitoreo y la aplicación de baterías de insecticidas. “Hasta el momento no notamos la presencia del insecto en los lotes y las cápsulas que se perdieron fueron por el estrés hídrico. Ni siquiera se observa ataque de otras plagas, seguramente controladas con las aplicaciones que se hicieron para el picudo”, decía Sergio Marianovich al momento de entregar la carga primicia de algodón del departamento Comandante Fernández. En esa oportunidad el productor mencionaba que con la recomendación del técnico que lo asesora “se realizaron baterías de aplicaciones de insecticidas para prevenir daños”.
En este contexto, el coordinador nacional del programa de lucha contra el picudo remarcó que “también ayudaron al control de la población factores climáticos como las altas temperaturas y la baja humedad”. “Esas condiciones del clima, la menor superficie sembrada con algodón y el trabajo responsable del chacarero hicieron que la reproducción del insecto se limitara”, remarcó con alivio el ingeniero González.
Asistencia a tiempo
A la consideración que desde el Senasa se realiza sobre la acción del productor que “incorporó la idea de luchar contra la plaga” se suma el hecho de que la acción desde el Estado tuvo regularidad, lo que desde la aparición de la plaga era reclamado por los algodoneros.
“Para lograr resultados es indispensable coordinar entre las instituciones y los productores para que las recomendaciones se vean reflejadas en los campos”, reconoce el ingeniero González, como parte del ente sanitario nacional.
En el caso de los medianos y grandes productores la asistencia estatal vino de la mano de las capacitaciones y el asesoramiento de los entes de sanidad vegetal, la inversión en los tratamientos fue responsabilidad de cada chacarero. El “cuidado” con entrega de insumo por parte del programa nacional de lucha contra el picudo se concentró en los productores más vulnebles: los minifundistas.
En toda la región algodonera del país “se asistieron nueve mil hectáreas de productores de hasta diez hectáreas con pulverizaciones, entrega de blisters de feromonas e insecticidas”. “Los productos para las aplicaciones fueron entregados en tiempo a las comisiones zonales que son las que coordinan las actividades, fiscalizando el Senasa que las tareas se concreten en los lotes”, destacó el ingeniero coordinador nacional del programa que busca la erradicación del picudo.