La Red de conocimiento en malezas resistentes (REM) que coordina Aapresid nace en 2010 por iniciativa de socios productores, ante una problemática incipiente de malezas resistentes, el caso de Sorgo de Alepo (Sorghum halepense) resistente a glifosato, puntualmente. A 7 años de aquel momento no puede decirse que faltó visión en aquellas personas, ya que el problema no iba a terminar ahí sino que se iría incrementando año a año, en toda la superficie agrícola del país. Así, el número de biotipos resistentes rondan ya los 30, mientras que en 2010 eran solo 4. Respecto a la superficie afectada, según el último estudio de REM, tenemos más de 13 millones de hectáreas con Yuyo colorado (Amaranthus spp.) resistente a glifosato, 8 millones de hectáreas con Chlorídeas tolerantes a glifosato, 5 millones de hectáreas con Pata de gallina (Eleusine indica), otro tanto con Capín (Echinochloa colona), una cifra similar con Sorgo de Alepo y cerca de 2 millones con Raigrás (Lolium spp.), todas estas resistentes a glifosato, por citar algunas de las más importantes.
Estos cambios en la flora adventicia tuvieron un gran impacto en lo que refiere a costos de control, por mayor necesidad de uso de herbicidas. Los valores son muy variables, pero hay situaciones de más de 50 dólares por hectárea de incremento y casos del doble. Si bien esto es lo que más preocupa al productor porque erosiona marcadamente su rentabilidad, hay otro impacto muchas veces soslayado, que es el ambiental. Este mayor uso de herbicidas aumentó el impacto ambiental, con valores variables pero en torno al 30%. El mayor impacto se ubica en los barbechos, donde se requiere el mayor uso de herbicidas y es más importante en maíz que en soja, debido a que en este cultivo se utilizan productos con un mayor impacto (atrazina y metolaclor). Al mismo tiempo, la permanente aparición de nuevas resistencias tiene como consecuencia las pérdidas de valiosas herramientas químicas, mientras que la generación de nuevas por parte de las compañías es más que reducida. Al perder herramientas químicas de control, muchas veces deben reemplazarse por otra de menor eficacia o mayor costo y hay casos donde no hay herramientas de reemplazo para algún posicionamiento en particular, tal es el caso del control postemergente en soja de Rama negra (Conyza spp.) si se genera resistencia a los herbicidas inhibidores de ALS o de Yuyo colorado si desarrolla resistencia a los PPO.
Queda claro entonces que deben realizarse importantes cambios en el manejo de malezas para revertir esta tendencia de los últimos años de permanente generación de biotipos resistentes. Con esta visión, pueden mencionarse una serie de recomendaciones generales en este sentido:
Rotaciones de cultivos: Un período de barbecho muy largo es el caldo de cultivo para cualquier especie de maleza, al dejarle todos los recursos disponibles (agua, luz, nutrientes). El suelo debe estar siempre ocupado, tanto como el ambiente lo permita, es decir que es necesaria una mayor intensificación. Además, esta ocupación debe ser diversa. Entonces, el mejor sistema es el más diverso que se adapte a la zona agroecológica (zonas, cultivos, etc.). La intensificación y diversificación tienen implicancias en lo económico. El objetivo del ingeniero agrónomo ha sido normalmente maximizar el margen bruto por hectárea, cuando la premisa debería ser lograr sistemas lo más diversos posibles con margen bruto positivo, aunque no necesariamente sea el mayor posible. A su vez, el margen debería considerarse más a mediano y largo plazo, y no en el lapso de la campaña, que no contempla gran parte de los impactos, positivos o negativos, generados.
Cultivos de Cobertura: Los cultivos de cobertura son una buena herramienta para cumplir con la premisa anterior, de intensificación y diversificación de cultivos. Existen muchas experiencias exitosas de cultivos de cobertura. El potencial de los cultivos de cobertura es muy alto en muchos aspectos y es necesario definir cuál será nuestro objetivo antes de hacerlo. Es también necesario saber qué malezas pretendemos controlar y conocer las curvas de emergencia de cada especie, para elegir el mejor cultivo de cobertura y un manejo agronómico acorde.
Un aspecto no menor, es que debemos racionalizar el uso de herbicidas y los cultivos de cobertura colaboran en ello y lo demuestran los cálculos de Coeficiente de Impacto ambiental (EIQ) cuando se lo compara con un barbecho químico.
El aporte de la ganadería: Es conocido que las pasturas perennes reducen el stand de malezas, pero mucho depende del tipo de maleza, el banco que genera, etc. Es una práctica muy valiosa, pero comenzando con bajas poblaciones de malezas, de lo contrario el éxito será relativo. La clave está en mantener poblaciones bajas de las diferentes especies de malezas, si hay un crecimiento desmedido de una maleza no podremos escapar del uso de herbicidas en función de la intensidad del problema. Sin embargo siempre es mejor que la monocultura.
La ganadería tiene la ventaja de incluir una rotación larga con pasturas y otra corta con verdeos, lo que agrega diversidad al sistema. Algo no menor, la posibilidad de usar “los dientes como herbicidas”.
Control químico: En los próximos 10 o 20 años vamos a seguir dependiendo mayoritariamente de los herbicidas porque son económicos, sencillos y los resultados son rápidamente visibles. Sin embargo, hay que racionalizar su uso, la presión social va a condicionar los productos que podremos usar. La agricultura de precisión puede ayudar en este sentido y la calidad de aplicación también cobrará mayor importancia.
El productor se dio cuenta que los residuales no son una opción sino una obligación, pero se manejan casi intuitivamente, sin conocer la biología de las malezas. Conocer esto aumenta la eficiencia del herbicida.
Se va a producir un cambio de paradigma donde las empresas de insumos ya no tendrán productos nuevos para mantener el sistema actual en funcionamiento.
Biotecnología: Las precauciones que hoy se prefieren tomar son más altas, por las malas experiencias del pasado. Como primera afirmación surge que cualquier tecnología que venga es positiva, el problema deriva de su mal uso. Justamente por esto, en algunas los riesgos son altos, comparado con los beneficios y terminan no siendo tan bienvenidas. Es muy difícil controlar el uso que finalmente hace el productor de estas herramientas, más allá de las recomendaciones que haga la compañía que la desarrolle.
Lo deseable sería que estén todas las tecnologías disponibles, separadas y en sus combinaciones, en las distintas variedades e híbridos. Pero es muy difícil que los semilleros puedan tener todas las opciones y lo más probable es que se terminen apilando muchos eventos.
Por último, se han bajado las expectativas sobre los beneficios que se pueden esperar de las biotecnologías por venir porque hoy se sabe que lo que viene no será revolucionario.
Control mecánico: Para contextualizar, debe recordarse que en grandes zonas de nuestro país se hace agricultura gracias a los beneficios de la Siembra Directa, en especial el ahorro de agua, perderla significaría en muchos casos la imposibilidad de hacer agricultura. Al mismo tiempo, el mundo va en busca de un menor consumo de combustibles fósiles, si se volviera a hacer labranza estaríamos yendo en el sentido opuesto.
Es importante considerar que cuando se hace Siembra Directa como sistema de producción -y no solo como práctica de sembrar sin remoción- no se tienen normalmente grandes problemas de malezas.
Los casos en los que puede ser necesario un control mecánico no es masivo, sino casos concretos. Más aún, si el problema es yuyo colorado o gramíneas anuales la labranza agregaría más problemas. Tampoco sería adecuado incluirlo en un programa donde deba hacerse cada determinada cantidad de años, como regla. Donde presenta algún beneficio es en malezas perennes. Son situaciones que arrastran problemas por manejos deficientes.
El control mecánico también incluye el uso de herramientas que no disturban el suelo, como es el caso del rolo faca, usado en el NOA con buenos resultados, sobre todo en gramíneas perennes.
Manejo del cultivo o cultural: Ninguna medida de manejo del cultivo de manera individual será la solución, pero se complementan muy bien con todas las medidas anteriores, es decir que el manejo de cultivo sí ayuda. Una limitante para su mayor adopción es que el manejo cultural “no se vende”. Al no beneficiarse ninguna empresa directamente, no tiene demasiada promoción, como sucede con un producto.
El conocimiento de la habilidad competitiva de los materiales es muy importante, existe algo de información, pero es claramente insuficiente. Este carácter no está en los planes de mejoramiento de los genetistas y debería estarlo con el futuro que se presenta, considerando que en muchos casos, el driver del sistema productivo ya no es el rendimiento sino las malezas.
Es necesario entonces tener una mirada diferente, donde todas las prácticas se complementen y el control químico sea la última herramienta para las malezas que lograron sortear las demás, pero no como única herramienta de manejo, repetida en el tiempo cuantas veces sea necesario. Con esta visión, se pueden mencionar algunos ejemplos desde los más simples a los más complejos:
- Un experimento de Theisen y Bastiasns (2015) demostró que incorporándole “patines” a ambos lados de la cuchilla de corte de la sembradora, de manera que la remoción de tierra sea mínima, el nacimiento de malezas se reducía marcadamente. A su vez, este efecto se potenciaba disminuyendo la velocidad de siembra.
- En Australia, se pudo ver que cambiando la dirección de siembra en sentido Este-Oeste, se disminuía el crecimiento de malezas respecto a la dirección Norte-Sur, porque el cultivo sombrea más el entre surco.
- En la Chacra Bandera de Aapresid (Santiago del Estero) se pudo ver como el uso de cultivos de cobertura disminuía marcadamente los nacimientos de malezas, aún un tiempo después del secado de la cobertura. Si luego de este secado se incorporaba un herbicida residual, el efecto de control se potenciaba, siendo mejor que el herbicida utilizado de manera aislada y la cobertura aislada.
- En este mismo lugar se alcanzaron excelente controles de malezas, tanto con el uso de diferentes cultivos de cobertura (vicia, melilotus, centeno), cultivo de cosecha invernal (trigo) y barbecho químico, pero en este último caso fueron necesarias 4 aplicaciones de herbicidas para llegar con el lote limpio al cultivo siguiente mientras que con las otras opciones fueron necesarias solo 1 ó 2 intervenciones químicas.
- Davis (2012) hizo un estudio de 8 años de duración en USA, donde demostró que intensificado y diversificando la rotación habitual de la zona (Soja-Maíz) con cultivos de invierno y pastura, se puede mantener la productividad y las ganancias, disminuyendo el impacto ambiental por menor uso de herbicidas, nitrógenos externo y energía.
Los cambios necesarios son de diferente nivel de complejidad, como pudo apreciarse. Sin embargo, la realidad parece estar un poco distante de esto. En una encuesta realizada el año pasado a productores Aapresid, se mencionó a las “aplicaciones tardías, con mayor tamaño de maleza al adecuado”, como la principal limitante que incidió en fallas de manejo de malezas. Es decir que aún tenemos grandes falencias en temas que parecerían bastante sencillos de resolver. No obstante, hay números productores, innovadores, intentando todo tipo de cambios en sus sistemas de producción para volver a tener a las malezas bajo control y no al revés.
Los desafíos por delante son muchos y los profesionales tenemos un gran rol por cumplir:
- Encontrar los mejores herbicidas para cada maleza
- Encontrar las mejores estrategias para más de una maleza en forma simultánea
- Mejora en aplicaciones-Compatibilidad de mezclas-Limpieza de tanques-Nuevas tecnologías
- Evitar problemas de carry-over y fitotoxicidad
- Minimizar impacto ambiental
- Desarrollar manejo no-químico