El uso de plaguicidas ha pasado por diferentes etapas desde los inicios de su incorporación como insumos en la protección vegetal de los cultivos. Según Bimboni (1982, citando a Metcalf R.L., 1980), se puede dividir esa historia en tres partes:
- la del optimismo, 1946-1962;
- la de la duda, 1962-1976;
- la del Manejo Integrado de Plagas, 1976 hasta el presente.
Cada etapa puede representar la realidad histórica o actual en un país o una región. Indudablemente, en la producción vegetal actual de nuestro país parece estar vigente “el optimismo en el uso de los plaguicidas”, dada la confianza y la intensidad de su uso en los cultivos extensivos de todas las regiones agrícolas.
La utilización de los plaguicidas debería hacerse con la premisa de “maximizar sus beneficios y minimizar sus desventajas”. Esto incluye no sólo la decisión de su aplicación en los cultivos sino también la forma o el método técnico con que se realiza la práctica: la tecnología de aplicación. Este aspecto está íntimamente relacionado con la eficiencia en el uso de un recurso de alto valor, por su costo, y por sus beneficios.
Históricamente la deriva de los plaguicidas ha sido un efecto secundario o no deseado en la práctica de pulverización, con cualquier tipo de equipamiento.
El fenómeno de la deriva ha sido definido como el “desplazamiento de un plaguicida fuera del blanco determinado, transportado por masas de aire o por difusión, según la Norma ASABE S-327.1.
La deriva puede ser interna en el lote o cultivo pulverizado (endoderiva) o externa al mismo (exoderiva). Este último tipo de deriva es el que más preocupa por el riesgo de causar algún daño directo por fitotoxicidad a otros cultivos o afectar la salud de animales o personas. Muchas veces se pulveriza con exoderiva pero el producto utilizado no permite visualizar fácilmente su efecto (insecticidas, fungicidas) mientras que otros (herbicidas) son los más fácilmente asociados con la exoderiva (Massaro, R.A., 2013). Es muy frecuente que se entienda como deriva sólo a “lo que se va fuera del lote pulverizado y cause daño a algún cultivo cercano”. Si no se registra daño, no habría deriva. Pero existe una exoderiva poco considerada todavía que está relacionada con la contaminación del ambiente por arrastre de los productos hacia la atmósfera.
Los factores determinantes de la deriva pueden agruparse en tres aspectos:
a) Características o propiedades intrínsecas del principio activo utilizado. Los productos con alta tensión de vapor (volátiles o de acción biológica en fase gaseosa) son incontrolables en trabajos a campo y su destino final es impredecible.
b) Condiciones meteorológicas: velocidad del viento, temperatura, humedad relativa, diferencial térmico (ΔT), etc. Estos factores producen la evaporación del agua de las gotas (vehículo de los plaguicidas) y favorecen la exoderiva.
c) Tecnología de pulverización: tipo de pastilla, caudal individual y presión de trabajo, que determinan el tamaño de las gotas. Aquí también deben ser incluidos: la velocidad de trabajo del equipo y altura del botalón sobre la superficie blanco. Podemos citar que –según bibliografía- a partir del año 1985 el PCBC (Protection Crop Britsh Council) comienza a relacionar tamaño de las gotas con riesgo de deriva. Actualmente esa información está en la Norma ASABE S-572.1 (American Society for Agricultural Engineers Standard) y es utilizada y publicada por las empresas internacionales proveedoras de pastillas o boquillas para la pulverización. A mediados de la década de los ´90 ingresaron a Argentina las boquillas hidroneumáticas conocidas como de aire inducido, asistidas por aire o tipo Venturi que permiten minimizar la deriva.
AUTORES
Ruben Antonio MASSARO