Aunque lejos aún de los óptimos o, al menos, de cifras más equilibradas de uso, la reversión de la tendencia declinante que llevó en 2015 a un piso de 2,7 millones de toneladas en la aplicación de fertilizantes, además de una aparente consolidación por segundo año consecutivo, que en este ciclo puede alcanzar los 3,8 millones de toneladas, con un avance superior a 40% (33% en la campaña anterior, y un amesetamiento de + 6%-+ 7% esperado en el ciclo actual), lo que deja claro es la voluntad de los agricultores de mejorar las condiciones de producción.
Es que, por un lado, no se esperan grandes saltos alcistas en las áreas, ya que habría más vale cambios en la utilización del suelo por parte de los cultivos donde el maíz pasaría a capitalizar áreas desplazadas de trigo (que no se pudo hacer por excesos de agua), y de soja que podría disminuir por rentabilidad.
De tal modo, el aumento vendría de la mano de las mayores dosis que garanticen también rendimientos crecientes y más calidad de los granos, algo que se evidenciaría además en la reaparición de fertilizantes como el zinc, que se había abandonado hace mucho tiempo, y también el azufre, la aparente vedette que surgió en las últimas campañas. Pero aun así, y considerando todos los cultivos, pasturas incluidas, el tonelaje aún es magro y alejado de los 100 kilos por hectárea/año considerados como piso (en 2016 se llegó a alrededor de 89 kilos).
Por supuesto que todas las condiciones de nutrición de los suelos, si bien son importantes para muchos productores, en general se ubican siempre por detrás de los precios de los granos y, en ese sentido, las perspectivas no son demasiado buenas ya que, salvo algún problema grave en las próximas semanas, las cotizaciones se mantendrán flojas hasta que se defina la cosecha sudamericana a principios de 2018 lo que, a su vez, puede profundizar la caída si la evolución es buena (la de Estados Unidos está prácticamente jugada).
En compensación, sin embargo, también los precios de los fertilizantes cayeron en forma marcada entre 38% y 25% (en dólares) desde su pico de 2013 para la urea y el fosfato diamónico, respectivamente. Sólo de la media de 2016 a la fecha, ambas cotizaciones retrocedieron 5% y 9% lo que, sin duda, también ayuda a la decisión de fertilizar.
De hecho, la relación insumo-producto (la cantidad de kilos de grano para adquirir un kilo de fertilizante) hoy es la mejor en la serie de 10 años, tanto para la urea como para el fosfato.
"Hay una baja en el precio de los fertilizantes que, lógicamente, alienta más su uso, pero también el trigo y el maíz son los cultivos que más se fertilizan y era donde estaban las mayores restricciones y riesgos de comercialización. Se cuidaban los costos y no se maximizaban los rendimientos, ni los márgenes brutos, por lo que se restringió mucho el uso hasta los 2,7 millones de tones de 2015", dice el vicepresidente de Fertilizar Jorge Bassi.
Aunque moderado en las expectativas, el especialista reconoce que "ahora los productores consultan mucho. Están probando nuevas formulaciones. Usan azufre. Están probando el zinc para trigo que se vendió el doble que en el 2016, pero las tasas de crecimiento son moderadas porque el contexto no es muy bueno. Hacia afuera del sector creen que el campo es una fiesta, pero los que están adentro saben de lo que se habla. No es buen momento para los precios internacionales y el productor mira mucho eso", señala.
No es lo único que está sucediendo. Así como en Kansas se está ajustando la técnica del fertirriego (que se puede aplicar también en Argentina, con la ventaja de evitar desperdicio, deriva y desnaturalización), los locales están perfeccionando las aplicaciones tardías, especialmente para maíz.
En este cultivo se divide la dosis total, dejando un 37% de ésta para después de la floración con lo que se evitan algunas pérdidas y el lavado excesivo si hay muchas lluvias iniciales. Lo más interesante es que se logran al menos, 40 kilos por hectárea más de rinde.
Aunque los técnicos destacan que el azufre es el que arroja el mayor retorno, pero todo suma. "En nuestra red, se mejora el paquete global de fertilizantes y se ve que hay mucho que mejorar respecto a lo que hace el productor. Los resultados testigo dieron más de 4.000 kilos de diferencia (40 quintales), con un aumento exponencial de los márgenes. Muchas veces los productores ni siquiera se plantean que pueden lograr esos niveles de rendimientos. Sacamos 15.000 kilos en Pergamino y 11.000 kilos en 25 de Mayo. Creen que es sólo suerte".
Hay mucha subdosis. Las encuestas dan que la gente está subutilizando, aunque los productores de punta algunos ya se animaron, por ejemplo, a duplicar las dosis. Seguramente en este ciclo se va a repetir esta tendencia.
Para 35 millones de hectáreas nosotros calculamos un uso de 5 millones de toneladas que no es el óptimo, pero ya se estaría cuidando el fósforo, llevando el azufre a 10-12 kilos que es interesante, y con el N se juega en función de las posibilidades. Hoy en campo propio, cuidar el bolsillo en P y S no es una buena elección. El campo repaga muy bien estos nutrientes.
El otro punto es que esos millones de hectáreas tengan más millones de gramíneas (cereales). No volvió la rotación. La superficie de trigo más la de maíz muestra que todavía faltan muchas gramíneas y eso se nota tanto en la cantidad de nutrientes que se aplica como en la materia orgánica de los suelos.
Entonces serían 5 millones de toneladas de fertilizantes, un aumento de 50% en la agricultura, pero con mucho más gramíneas, para que aporten carbono y esos nutrientes queden en la materia orgánica del suelo, dice Bassi, aunque ese objetivo no tan ambicioso parece que quedar recién para la próxima campaña 2018/2019.