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Aplicación terrestre de plaguicidas: ¡hay que cambiar la forma de trabajar!

Sin embargo, predomina una forma de trabajar heredada de los productores históricos, descripta claramente por la terminología utilizada. Son varios los términos que conforman el “léxico popular“ relacionado con la práctica de pulverización de agroquímicos (Massaro, 2007).

Fumigar: hacer y/o esparcir humo (o gas). Se realiza con productos fumigantes (líquidos o sólidos) que se gasifican y actúan en ese estado. Hay productos que se esparcen con agua y se volatilizan (2,4-D éster, dimetoato, endosulfán, clorpirifos). También cabe esta palabra cuando se hace una pulverización de gotas tan pequeñas que el líquido se “hace humo”. La tendencia actual es reemplazar y evitar el uso de productos volátiles, porque el gas es incontrolable en un espacio abierto.

Pulverizar: fraccionar una masa sólida o líquida en partículas o gotas. Es el proceso que realiza un equipo pulverizador. Dicho equipo, fracciona la masa líquida contenida en el tanque, mediante un chorro proyectado por cañerías, que se “rompe” en las boquillas hidráulicas o pastillas generando gotas de diferentes tamaños.

Para pulverizaciones en cultivos extensivos, la forma de trabajar “fumigando” debería ser erradicada, ya que mucho producto se pierde dañando así a otros cultivos o contaminando recursos naturales (agua, suelo, atmósfera) como consecuencia, generalmente, de alta deriva.

El concepto más correcto e integrador de la tecnología para el uso de plaguicidas es el siguiente:

Aplicar: práctica definida como “el empleo de todos los conocimientos científicos necesarios para que un determinado fitoterápico llegue al blanco, en cantidad suficiente para cumplir su cometido sin provocar contaminación ni derivas (Etiennot, 2005, citado en Massaro, 2005).

 

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