Para diseñar estrategias de manejo de malezas, hay que saber a quién nos enfrentamos y encontrar sus puntos débiles. Algo básico, es conocer si se trata de especies anuales o perennes, gramíneas o latifoliadas y su época de crecimiento, es decir si son de crecimiento estival o invernal, lo que hará que sean un problema durante los barbechos de invierno, los cultivos de invierno o los cultivos de verano.
Hasta el momento en Argentina tenemos 24 biotipos resistentes de 17 especies. Por otro lado están las especies tolerantes. En este caso no es posible decir un número concreto y para el presente análisis se tuvieron en cuenta las más mencionadas por los técnicos, que fueron 8 (Cuadro 1).
Como se desprende del Cuadro 1, la mayor parte de las especies resistentes son anuales (76%), casi en partes iguales son de verano e invierno, hay gramíneas y latifoliadas y están repartidas entre el norte, el centro y el sur. En cuanto a las tolerantes abordadas aquí, son mayormente perennes (75%), todas estivales, mayoritariamente latifloliadas (62%) y mayormente presentes en el norte y centro del país.
Sobre el tipo de cultivo que afectan, las resistentes son un problema para los cultivos de invierno, como de verano, mientras que las tolerantes mencionadas afectas a cultivos de verano, por ser todas estivales. Todas las resistentes y tolerantes tienen efecto sobre los barbechos, las de ciclo invernal de forma más temprana, desde el otoño, mientras que las estivales en la primavera, previo a la siembra del cultivo estival. Queda claro que el barbecho es un momento crítico de manejo de las malezas difíciles.
Al intentar hacer relaciones entre las características analizadas de las malezas no resultan conclusiones claras. Sí se puede afirmar, que las malezas de crecimiento invernal son un problema en la zona sur del país, mientras que las de crecimiento estival lo son en el centro-norte, a excepción de Rama negra, Flor de Santa Lucía y Papoforun, presentes en las 3 zonas.
Esto pone de manifiesto que se hace difícil pensar estrategias generales por zona, ya que no se pueden identificar patrones como podrían ser: “en el norte solo hay gramíneas estivales anuales”, porque también hay gramíneas perennes y latifoliadas. Y así con cualquier generalización que se pretenda hacer.
Son entonces importantes estas cuestiones a la hora de planificar una estrategia herbicida y queda claro que no pueden generalizarse. Así, es muy diferente tener una especie perenne que una anual, ya que en el primer caso se tendrá que controlar el rebrote y los nacimientos de semilla, considerando por ejemplo que con un herbicida residual se puede tener un buen control sobre lo segundo, pero no sobre los rebrotes.
La época de nacimientos es igualmente importante, un herbicida residual que controle muy bien los nacimientos de una especie invernal, difícilmente llegue a controlar los nacimientos de primavera. Más aún, no son muchos les herbicidas que controlan bien gramíneas y latifoliadas, más bien son la excepción, de manera que se deberán hacer las mezclas adecuadas para controlar un espectro de gramíneas y latifoliadas.
Aquí se han considerado solo las especies que han desarrollado resistencia y las principales tolerantes, pero en el campo hay al mismo tiempo un número mucho mayor de especies que también se debe considerar y manejar. De manera que, a medida que tenemos mayor cantidad de especies resistentes, así como tolerantes, con variada época de crecimiento, ciclo de vida, tipo de especie, se complejiza muchísimo la elección de la mejor estrategia herbicida, al tiempo que se encarece.
Para finalizar, es evidente que la situación argentina de malezas involucra diversas malezas en diversas zonas del país. Así las cosas, el manejo químico se complejiza y encarece, al mismo tiempo que no puede resolverse con estrategias generalistas. Sumar al manejo químico otras herramientas que permitan un manejo integrado de malezas es fundamental y más que necesario.