En los últimos años, los sistemas agrícolas extensivos de la Argentina y del mundo se vieron afectados por la aparición de especies resistentes al control químico, lo que preocupa cada vez más a los productores agropecuarios debido no sólo al costo económico de su control, sino también, por la frecuencia de su aparición. Este tema fue analizado en el último número de la Revista de Investigaciones Agropecuarias del INTA (Vol. 41 N.º 3).
Al competir por el agua y los nutrientes del suelo, generan pérdidas económicas e interfieren durante la cosecha. De hecho, un trabajo de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y la empresa Adama Argentina, en el país se invierten alrededor de 1.300 millones de dólares por año para combatir este problema.
Un estudio de campo liderado por el docente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata e investigador de la Unidad Integrada del INTA Balcarce –Buenos Aires–, Francisco Bedmar, demostró que existe una competencia real con los cultivos.
Trabajos realizados en el sudeste bonaerense, con cultivos bajo siembra convencional y sin control de malezas, mostraron reducciones promedio en los rindes de 76 % en soja, 65 % en maíz y hasta 38 % en girasol si no se las controla. “La magnitud de las pérdidas varía mucho según el cultivo, el sistema de labranza, las condiciones edáficas –de suelos–, climáticas y las especies de malezas”, explicó Bedmar.
Por esto, su manejo y control se convirtió en una de las principales preocupaciones de los productores debido a que afecta a la competitividad del cultivo. De acuerdo con Fernando García Frugoni, coordinador del Proyecto Nacional de Malezas de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA), “en la historia de la producción de alimentos del mundo, las malezas siempre estuvieron presentes y afectaron a los cultivos”.
“El principal problema es que compiten por agua, radiación solar y nutrientes y cuando el cultivo detecta la competencia reduce su tasa de crecimiento y, por lo tanto, afecta a la rentabilidad y genera pérdidas económicas”, advirtió Frugoni y reconoció: “Sin dudas, las tecnologías significaron un salto cualitativo para el control, pero con el paso del tiempo y la no modificación de algunas prácticas, dejaron de funcionar y aparecieron las resistencias”.
En cuanto al costo económico extra, según estimaciones de AACREA se invierten entre 700 y 1.100 millones de dólares al año para el control. “Esto es un gasto extra a la inversión que hace el productor para llevar adelante un cultivo”, expresó Frugoni y aseguró que lo importante es entender “cuánto se deja de ganar en un lote, porque esta es la ecuación que determina la rentabilidad”.
Para evitar el surgimiento de nuevas resistencias, Bedmar consideró fundamental el monitoreo permanente de los lotes y la planificación, para actuar a tiempo y evitar que se agrave el problema. “En muchos lotes, las fallas en el control con herbicidas se deben a las aplicaciones tardías sobre malezas muy desarrolladas”, señaló.
Además de conocer la historia de aplicaciones en el lote, es imprescindible “realizar un diagnóstico correcto de las especies de malezas y su estado de desarrollo antes de la aplicación de productos de posemergencia”, explicó Bedmar quien agregó: “De esta manera, se podrá mantener a las poblaciones de malezas en niveles por debajo de umbrales de daño económico”.