El problema de las malezas de difícil control ya traspasó el alambrado. No es solo un problema de los productores agropecuarios, ni de la Argentina, sino de la región y del mundo.
Las pérdidas de cosechas y los mayores costos de control para mantener a raya a estas especies, que compiten con los cultivos, preocupan y ocupan a agricultores, científicos, empresarios y funcionarios de gobierno en distintos puntos del planeta.
En Argentina ya se cuentan 21 biotipos resistentes de 14 especies de malezas, de las cuales nueve son gramíneas y cinco latifoliadas.
“Conyza bonaerensis (rama negra) hoy causa los mayores problemas en Brasil, y Digitaria insularis (pasto amargo) emerge como uno grande, desplazándose rápidamente desde el sur -Paraná y Mato Grosso do Sul- hacia el norte y oeste del país, bajando también hacia el norte de Argentina”, dijo Harry Strek, director global de Investigación en Malezas Resistentes de Bayer Crop Science, hace pocos días, de gira en el país.
“Las malezas gramíneas afectan seriamente a los cereales en Europa pero, allá, la posibilidad de hacer más rotaciones de cultivos de invierno y verano destruye el ciclo de vida y la competitividad de las malezas”, explicó el investigador.
Al mismo tiempo, Amaranthus (yuyo colorado) hace estragos en EE.UU. y un número creciente de malezas invade Canadá y los países productores de América del Sur.
Según el científico, que charló con este diario en la Universidad Católica de Córdoba, “la industria no ha sido exitosa en encontrar un nuevo modo de acción que sea efectivo para toda la agricultura en los últimos 30 años y cada vez es más difícil registrar un compuesto. Además, luego de la aparición de la tecnología RR, muchas empresas dejaron de investigar”. Así, cree que la lucha contra las malezas difíciles será de largo aliento.
Luis Lanfranconi, docente de la Universidad Católica de Córdoba e investigador de INTA Río Primero, se reunió con el alemán y sostuvo que para ganar la batalla “lo primero es hacer un correcto diagnóstico, luego planificar con suficiente anticipación y después modificar tecnologías de procesos; ya no de productos”.
Los expertos Sergio Morichetti (izq., de AGD), Luis Lanfranconi (centro, del INTA) y Harry Strek (Bayer), en la Universidad Católica de Córdoba.
Una buena medida de manejo es achicar la distancia entre hileras, para que el cultivo cierre el surco cuanto antes, evitando así que germine la maleza. “Sin embargo, ésto complica luego la posibilidad de caminar los lotes para hacer el rescate manual de malezas”, advirtió.
Por su parte, los cultivos de cobertura han demostrado ser una excelente arma de combate.
Sergio Morichetti, especialista en malezas de Aceitera General Deheza (AGD), que también participó del encuentro, indicó que “usar dos o tres herbicidas que ataquen a la planta en distintos lugares al mismo tiempo es lo ideal: se pueden usar residuales de dos modos de acción distintos en preemergencia y después solapar otro producto, de otro modo de acción, en postemergencia, para controlar lo que se haya escapado”.
El alemán Strek aporta otra herramienta de manejo necesaria en esta lucha: la rotación. “Lo ideal es hacer un cultivo de verano seguido de uno de invierno, ya que el monocultivo favorece a las malezas, pero sabemos que el mercado condiciona para que esto se haga o no”, expresó.
Para el científico, “la mejor estrategia es tener secuencias con mezclas, por ejemplo, aplicar un herbicida en preemergencia seguido de uno en postempergencia con distinto modo de acción, e incluir cuestiones no químicas, de modo de reducir la población y luego hacer el control sobre ella”.
En cuanto al control de sorgo de Alepo resistente, Lanfranconi indica que “si no se trozan los rizomas, no hay posibilidades de solucionar el problema; ese es el único camino factible”.
Además, advirtió que “de no adoptar los herbicidas preemergentes no se controlarán las gramíneas resistentes a glifosato”.
El sorgo de Alepo, la primera maleza detectada en Argentina como resistente al glifosato.
Comprender la biología de las malezas y conocer lo que inhibe su germinación para reducirla, es esencial. Para eso, ajustar la densidad del cultivo, la distancia entre plantas, y la separación entre surcos, son medidas efectivas.
Strek recomendó, asimismo, elegir las variedades más competitivas que no son necesariamente las más rendidoras. “A veces, sacrificar el rinde potencial da un mejor resultado final porque se compite mejor con la maleza”, señaló.
Hoy, queda claro que si no se piensa en un manejo integrado de malezas, no hay solución para las especies resistentes. “No hay una sola respuesta, hay que cambiar, hay que sacar a las malezas del equilibrio. La diversidad es la solución para conquistarlas”, concluyó Strek.