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Con la mira puesta en el trigo y en los hongos

Durante el invierno, no solamente los cultivos se encuentran en activo crecimiento, también lo están los patógenos que los atacan.

Conforme a cómo las condiciones climáticas lo permitan, los parásitos inician los procesos de infección.

Según un informe elaborado por Marcelo Carmona, profesor titular de la cátedra de Fitopatología de la FAUBA y Francisco Sautua, docente de la misma área, durante la campaña 2010/11 fueron numerosas las consultas recibidas acerca de la supuesta ineficiencia de los fungicidas en el control de las enfermedades de trigo, especialmente mancha amarilla y roya naranja.

Por este motivo, los especialistas se apoyaron en las fallas de manejo que detectaron y expusieron, así, las causas de las reinfecciones vistas durante su relevamiento.

La primera conclusión que hacen es la necesidad de frenar la elevada tasa de multiplicación del patógeno que se registra en los comienzos de una epidemia. De esta manera, sostienen que las hojas inferiores (más aun si se trata de variedades muy susceptibles), pueden aportar menos al rendimiento pero representan muchísimo para la multiplicación y la diseminación de los hongos. “Comprender la fisiología del hospedante es de importancia pero no debe ser la única fuente de información que guíe la aplicación de fungicidas”, destacan en el informe.

Según ellos, esta visión “fito-céntrica” puede llevar a un atraso de la aplicación o a una ineficiencia de la acción química de control. Continuan y manifiestan que en la última campaña muchas aplicaciones fueron realizadas con la mirada puesta sobre la planta más que sobre el hongo, con lo cual muchos productores prefirieron esperar la aparición de la hoja bandera para realizar la aplicación, y “en realidad transformaron al fungicida en un bandericida”, afirmaron.

La siguiente conclusión es respecto a los productos fungicidas. Los especialistas recomiendan usar mezclas de triazoles más estrobirulinas ya que se observa a campo mayor control y tiempo de protección.

“La última campaña muchos productores optaron por utilizar solo triazoles y sucedió lo que se esperaba, un menor control y un menor periodo de protección, lo que generó reinfecciones tempranas y necesidad de re-aplicar”, informan de acuerdo a los datos del sondeo.

El último de los análisis se centra en la eficiencia de aplicación. “La aplicación de fungicidas debe ser vigilada para garantizar el número y tamaño de gotas en todos los estratos de la planta y así poder optimizar la llegada del producto al objetivo de aplicación”, precisan Carmona y Sautua, y añaden: “En muchos establecimientos, pudo corroborarse que las gotas no llegaban a cubrir las hojas en número y, en especial, a las inferiores donde el hongo inicia su ascenso”.

A modo de consideración final, los especialistas se refirieron a los parámetros -los umbrales- a considerar para decidir las aplicaciones. Sin umbrales, “resulta imposible caracterizar manchas o fructificaciones desde el punto de vista práctico”, dicen.

A través de los umbrales, de daño económico (UDE) y de acción (UDA), que son los suficientemente bajos, se fortalecen y aprovechan las acciones preventivas y curativas de los fungicida y se frena la alta tasa de multiplicación del patógeno que se registra en los comienzos de una epidemia.

En este sentido, concluyen que los UDE y UDA actualizados, en conjunto con pronósticos climáticos, podrán ser una buena referencia para optimizar la decisión. Entonces, la toma de decisión necesariamente obliga a considerar diversos aspectos de manera integrada: por un lado, los atributos del patógeno (policíclico, razas, presión de inóculo); por otro, del hospedante (período crítico de generación de rendimiento, grado de susceptibilidad y rendimiento potencial); también del fungicida (dosis, tipo de molécula, del ambiente (rocío, lluvias temperatura, mojado); y además tener en cuenta el análisis económico de daños e inversión.

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