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Cómo controlar a la medidora y anticarsia

La situación siempre de riesgo por defoliaciones durante los meses de Febrero y parte de Marzo sugiere la importancia de utilizar alternativas efectivas y residuales para el control de isocas. Aunque también, será muy importante la selección de alternativas de insecticidas que protejan la fauna benéfica (recursos naturales y gratuitos de control de plagas), herramienta clave en el manejo de plagas.

Manejo de las poblaciones de benéficos

Las condiciones de alta humedad disponible a nivel de suelo y ambiente son muy favorables para el desarrollo de enemigos naturales. Además, dichas condiciones climáticas, presentes durante esta campaña en muchas zonas, permitieron el rápido cerramiento de los surcos en soja de primera creando un microclima más favorable aún para la reproducción y actividad de la fauna benéfica dentro de la canopia del cultivo de soja.Tal es así que, como resultado de lo mencionado, actualmente se registra una situación más favorable en cuanto a la presencia de enemigos naturales en el cultivo, opuesta a la ocurrida durante la pasada campaña sojera.

Las isocas medidoras (Rachiplusia nu) son larvas de lepidópteros muy susceptibles de ser afectadas por agentes naturales de control biológico. Estos son fundamentalmente parasitoides (un parásito poliembriónico, Copidosoma sp., es el más importante), así como predadores, y entomopatógenos como Nomuraea sp., hongo benéfico que tenía muchas posibilidades de presentarse dentro de la presente campaña por condiciones de alta humedad ambiente en diversas zonas. Estas condiciones favorables para el desarrollo del hongo, cuando persisten por un tiempo prolongado (gran parte del ciclo de la soja), se han dado en la mayoría de las localidades del núcleo pampeano.

La herramienta de control biológico natural (complejo de enemigos naturales) está trabajando para nosotros regulando los niveles de plagas que, de lo contrario serían más abundantes y de mayor impacto en la producción. Sólo debemos permitirle que lo haga. Es decir, no hay que matarlos, sino protegerlos. Dicha "ayuda" en el control de plagas de manera natural "y sin costo", podrá expresarse en cada lote si se evitan las intervenciones químicas que tengan alto impacto negativo sobre la fauna benéfica, reduciendo sus poblaciones e impidiendo su desarrollo. En este punto sobre protección de la fauna benéfica, la selección del insecticida a usar será de suma relevancia.

Está ampliamente demostrado que las alternativas químicas con drástica acción sobre benéficos suelen producir una rápida resurgencia de la plaga controlada (actitud que se contrapone con la búsqueda de alta residualidad) o bien causa que otras especies fitófagas del lote se conviertan en plaga, ya que su evolución ha sido favorecida por eliminación o supresión de la fauna benéfica presente.

En contraposición, el uso de alternativas de control de defoliadoras que tengan un comportamiento "amigable" con los benéficos sería la postura técnica, y a la postre económica, más recomendable frente a las condiciones que caracterizan a la presente campaña, las cuales favorecen netamente el desarrollo poblacional de enemigos naturales, potenciando así el efecto supresor de insectos plaga.

No tomar decisiones “a las apuradas”

Especialmente para el caso de isocas medidoras, resultará conveniente "no apresurarse" en la toma de decisión para su control si ésta se encuentra en sus primeros estadíos larvales (isocas menores a 1,5 cm), muy susceptible al complejo de benéficos. En lotes de soja con altas poblaciones de enemigos naturales es muy probable que, por ej., de 20 "pelitos" de medidora sólo alcancen a llegar a los últimos estadios no más de 2 a 4 isocas, cuando tendrán la mayor ingesta pero con un potencial de defoliación muy disminuido gracias a los benéficos.

Un agroecosistema sojero caracterizado por cultivos ya desarrollados, y no intervenido drásticamente mediante aplicaciones químicas que diezmen las poblaciones de artrópodos benéficos, se constituye en un ecosistema productivo que normalmente frena o modera las irrupciones de poblaciones de plagas como, entre ellas, las isocas defoliadoras.

Por tal motivo, entre otros, resulta tan valioso el manejo del agroecosistema tendiendo a minimizar el desarrollo de plagas, antes que depender solo de la intervención química. Sin embargo, la realidad indica que es bastante común que el modus operandi para tratar de enfrentar a las plagas sea a través de la dependencia exclusiva de la herramienta química. Y muchas veces, dicha herramienta es utilizada sin el acompañamiento de argumentos que técnicamente la justifiquen, en cuanto a necesidad, tiempo (oportunidad), y forma.

Los riesgos al tomar decisiones desvinculadas del manejo, reemplazando a éste solo por la acción específica de control sin mediar mucho más, es muy posible que aquellas lleguen a convertirse en la peor decisión en el corto plazo. Estos resultados están referidos a casos, no poco frecuentes, donde la decisión de control está principalmente apoyada y determinada por el “paresómetro”, o, simplemente por el temor. Lo que primero debiera controlarse es el temor en la toma de decisiones, utilizando su mejor remedio: el conocimiento.

Lo cierto es que, a fin de no permitir el impacto de defoliadoras en la producción de productos y/o alimentos, la intervención del hombre resultará siempre necesaria. Por lo tanto, no se pregona la no intervención, sino la intervención racional abonada por fundamentos técnicos para cada situación o lote en particular, y a su vez con el máximo cuidado del ambiente.

La elección del insecticida

Una simple pero importante cuestión (como para citar a manera de ejemplo un factor a tener en cuenta en la protección) es la elección del insecticida a usar para la implementación de tácticas de control de una plaga. Lo más aconsejado sería la selección de aquellas alternativas que protejan la fauna útil o benéfica, y que tienen un riesgo mínimo sobre el ambiente y sobre la salud del ser humano, directa o indirectamente. Sí, privilegiar alternativas que tengan mínimo riesgo sobre el hombre y el ambiente, ya sea:

- Porque protegen la fauna benéfica, y de esta manera son compatibles con el control biológico natural, y fundamentalmente porque así se permitirá que tal control biológico -el más saludable y gratuito de las alternativas de control- se pueda desarrollar dentro del ecosistema del cultivo sojero.

- Porque son insecticidas de baja toxicidad, y por ende más seguros; correspondientes al menos a banda de color azul, y fundamentalmente aquellos que son de banda verde.

Felizmente las empresas proveedoras de insecticidas, en general, están respondiendo adecuadamente hacia la necesidad de lograr una producción más saludable y sostenible. Es decir, que dichas alternativas de control han comenzado a estar más disponibles para los productores agropecuarios, quienes gradualmente las van adoptando a fin de reemplazar las viejas moléculas insecticidas que implican mayores riesgos productivos y ambientales.

Con elegir bien no basta

Además de “elegir bien” el insecticida a usar, debemos “ponerlo bien”, o sea donde lo necesitamos. Entonces, también será necesario que pongamos el esfuerzo necesario en mejorar la llegada de los insecticidas al blanco. Es decir, que en lugar de colocar la mayoría de las gotas de aplicación en la parte superior del cultivo (techo), se debiera ubicar mayor cantidad de gotas en su interior, tratando de lograr una mejor distribución dentro de la biomasa vegetal (canopia).

De esa manera se incrementaría la eficiencia en el control de plagas, así como se disminuiría significativamente la necesidad de tratamientos adicionales por falta de control o por control inadecuado. Las fallas en el control de plagas en Argentina, sean estas fallas totales (control nulo) o parciales (control deficiente) son, lamentablemente, de una frecuencia mucho más alta que la que normalmente se asume en el medio agropecuario, dada la dificultad de su medición a nivel global o regional. Dichas fallas tienden a “producir resurgencia” de la plaga que se quiso controlar, o bien, “convertir en plaga” a alguna especie fitófaga que estaba presente en el lote con bajo nivel poblacional, en ambos casos por eliminación de los enemigos naturales.

Cuando el cultivo se encuentra densamente desarrollado (biomasa cerrada), las mayores dificultades que existen generalmente en aplicaciones de la región pampeana, causales de fallas de control, radican en la llegada no adecuada de gotas dentro de la canopia del cultivo. Asimismo, las dificultades de llegada son también evidentes cuando las gotas deben atravesar una densa cobertura del suelo (abundante broza que deja la siembra directa), para el control de una plaga. Estas deficiencias en los tratamientos químicos, son fundamentalmente consecuencia de una cultura en aplicaciones terrestres que no tiene en cuenta la disponibilidad o el cambio de picos o pastillas para poder hacer gotas chicas, y de esta manera poder atravesar más fácilmente dichos obstáculos físicos para la llegada de las gotas a un mejor destino (interior de la canopia y debajo de la broza).

Otro factor limitante en la calidad de las aplicaciones, tanto aéreas como terrestres, es la no protección de las gotas, o protección inadecuada de las mismas. La falta de una adecuada protección de las gotas favorecerá: a) la evaporación de las gotas asperjadas en condiciones de verano, antes que pudieran llegar al cultivo; y, b) la escasa cobertura de aquellas gotas que pudieron haber llegado al blanco. “No será con mayores dosis, ni agregando más insecticidas, las alternativas que permitirán compensar la falta de llegada de gotas al blanco”.

Al no llegar suficientes gotas al interior o parte baja de la canopia para el control de una plaga, cabría plantearse si el problema se resolvería, o no, usando más dosis o cambiando de productos… Evidentemente que no. El problema más común que adolecen muchos tratamientos terrestres (falta de buena llegada “dentro” del cultivo), para el control de artrópodos y enfermedades en cultivos desarrollados, sólo se resolverá así: cambiando lo que realmente está limitando la llegada del insecticida. O sea, fundamentalmente cambiando hacia un menor tamaño de las gotas, y con protección adecuada de las mismas. Lamentablemente, esto no es lo que más se hace.

Muchas veces se nos presentan situaciones que son difíciles de explicar, o justificar, desde el sitial de la razón. Situaciones de este tipo suelen estar involucradas en casos frecuentes de calidad de aplicación. Por ejemplo, el usar picos/pastillas que hacen gotas demasiado grandes. Entonces, al asperjar el caldo insecticida o fungicida, se está dejando gran parte del activo en el “techo” del cultivo. Sin dudarlo, podríamos decir que ésta es la situación que, lamentablemente, predomina en aplicaciones terrestres de la región pampeana.

Otros ejemplos, igualmente contundentes, sugieren que la no protección de las gotas es uno de los paradigmas que también necesitamos cambiar. Y no solo nos estamos refiriendo a la fundamental y conveniente necesidad de protección para evitar: 1) la evaporación de las gotas y, 2) la escasa cobertura sobre las hojas de un cultivo. “Tirar” el plaguicida es una expresión usada a campo como sinónimo de “aplicar”. Sin embargo, ello tiene un significado cercano a lo literal, sin exagerar demasiado, cuando tampoco se repara en la calidad del agua usada como vehículo de aplicación; como si en todos lados el agua disponible fuera exactamente igual y de alta calidad. Eso también significa… “no proteger las gotas” de plaguicida.

 

N. Iannone

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