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Del laboratorio al campo

De los procesos naturales que ocurren en los suelos participan abundantes microorganismos, algunos de los cuales muestran destacados aportes en la formación del rendimiento de cultivos como el trigo y otros cereales de invierno y mejoran la plasticidad en las paredes de las células, aportando a su elongación y retrasando su senescencia, para así conducir a la producción de sistemas radicales más abundantes y activos que ayudan en la captación de agua y nutrientes.Estos cambios mejoran la respuesta de los cultivos frente a condiciones moderadas de estrés abiótico, así como la disponibilidad y captación de nutrientes clave para la producción y protección de las plantas (hierro y fósforo). Todo ello se manifiesta con aumentos tempranos en la biomasa de las raíces y la parte aérea de cultivos, potenciando su implantación y crecimiento vegetativo.

Algunos microorganismos, además, estimulan el sistema inmunológico de las plantas, mejorando su estado general sanitario, moderando los impactos negativos de potenciales patógenos. Estas ventajas –descriptas en condiciones naturales– fueron potenciadas por el desarrollo de tecnologías de alto valor al incorporarse microorganismos seleccionados en formulaciones de inoculantes adaptadas a múltiples condiciones productivas, definidas por variados ambientes y prácticas de manejo.

Así, la microbiología agrícola logró incluir una mayor supervivencia bacteriana en los envases contenedores, superando un año de almacenaje, y aumentar la cantidad de microorganismos contenidos por unidad de inoculante, manteniendo una alta y sostenible actividad metabólica.

También las formulaciones modernas de inoculantes logran una mayor supervivencia de los microorganismos en la superficie de semillas aún tratadas con agroquímicos y fertilizantes.

En definitiva, la conjunción de ciencia (del laboratorio) y tecnología (al campo) expresa numerosas mejoras en parámetros de crecimiento vegetativo (más plantas, macollos y biomasa aérea de raíces) y reproductivos (espigas y granos) que sustentan la producción y validan el valor agronómico de la inoculación con microorganismos benéficos sobre la producción de trigo y otros cultivos.

Por ejemplo, independientemente de la estrategia de manejo de la nutrición de trigo, la inoculación con tratamientos biológicos conteniendo microorganismos tales como Azospirillum sp. o Pseudomonas sp. muestran consistentes aportes a la producción con aumentos de rendimientos en el rango entre 200 y 300 kilogramos por hectárea.

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