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El uso de fertilizantes tiene nuevo piso

Durante 2011, el consumo de fertilizantes marcó un nuevo récord, aunque sea por mínima diferencia: fueron 3,72 millones de toneladas de productos, contra el récord anterior de 3,71 Mt en 2007, según las estadísticas que elabora la Cámara de la Industria Argentina de los Fertilizantes y Agroquímicos (Ciafa). En verdad, el mercado hubiera consumido bastante más de no haber sido porque no se llegó a concretar toda la intención de siembra del maíz, gran consumidor de nutrientes, y porque la sequía en el arranque del verano cortó buena parte de los planes de fertilización. “Era una campaña para llegar a las 4 millones de toneladas”, señala Pablo Pusetto, presidente de la Asociación Civil Fertilizar.

Si bien puede haber un pequeño desfasaje entre la consideración del consumo por año calendario o por campaña, la noticia del récord es menor frente a dos elementos muy significativos que arroja el informe de Ciafa: cada vez se usan más nutrientes y la participación de la industria nacional es creciente.

A comienzos de los 90, la agricultura argentina apenas si consumía 300.000 toneladas por año. Había una permanente descapitalización de esa cuenta bancaria que son los nutrientes que tiene el suelo; como consecuencia se estaba lejos de alcanzar los límites productivos de la genética vegetal. Es deci r cosechábamos relativamente pocos quintales por hectárea y a costa de exportar los nutrientes del suelo.

La primera década del siglo XXI arrancó con un consumo en torno de 1,7 millón de toneladas de fertilizantes, pero donde el 90% era importado. Habíamos mejorado el equilibrio entre reposición y extracción y levantado el nivel de rendimientos, pero dependíamos del insumo externo.

Ahora arrancamos la segunda década con lo que debería ser un piso de 3,7 Mt, marcando un crecimiento de 217% respecto del piso anterior. Sin embargo, la producción nacional superó el millón y medio de toneladas, es decir el 40% del consumo total. La industria argentina produce más fertilizantes que los que se utilizaban en 2002.

La historia empezó a cambiar con la puesta en marcha de la planta de Profertil, que con su millón y pico de toneladas de capacidad de producción de urea emparejó los números entre fabricación nacional e importación.

Pero a fines de los 90, dos técnicos emprendedores del Inta como Fernando Martínez y Graciela Cordone, probaron que para los campos chacareados de la zona núcleo había respuesta de la soja a la aplicación de azufre. Y así se potenció el consumo de este tercer nutriente (después del nitrógeno y el fósforo), por la vía del superfosfato simple (SPS).
 
Los productores comprobaron que es dificultoso el diagnóstico de la respuesta a azufre en muchas otras zonas (empezando por el oeste bonaerense), pero que la respuesta al agregado del nutriente se veía en los rendimientos y el SPS fue una buena estrategia para aportar fósforo y azufre. Así el consumo empezó a masificarse y entonces dos empresas, Bunge y Mosaic, decidieron levantar sendas plantas de producción a la vera del Paraná para abastecer la demanda de los productores.

Con las dos plantas funcionando a pleno se llega al récord de producción nacional, donde 1,1 Mt corresponde a fertilizantes nitrogenados (urea y UAN, básicamente) y unas 400.000 toneladas a SPS y tiosulfato de amonio.

Pero la evolución no se detiene. Jorge Bassi, vicepresidente de Fertilizar, señala que dos tercios del área sojera se están fertilizando con fósforo, pero en general a nivel de subdosis. Junto con el Inta Pergamino y la agencia de 9 de Julio se está llevando adelante un ensayo plurianual que busca demostrar que la fertilización a dosis de reposición es económicamente viable y los primeros resultados van en esa dirección.

Otra de las tendencias que se están dando en el mercado es el crecimiento del consumo de fosfato monoamónico (MAP) respecto del diamónico (DAP), así como una caída en el consumo de superfosfato triple (SPT).

El informe de Ciafa revela que en 2011 se utilizaron 716.188 toneladas de MAP, contra 296.032 de DAP, cuando en 2007 (el año récord previo a 2011) se utilizaron 569.979 y 488.872 toneladas, respectivamente. En tanto se consumieron 381.651 toneladas de SPS contra 148.168 de SPT, una relación que ya se mantenía así en 2007.



En cuanto a las fuentes nitrogenadas, la urea fue la más utilizada en 2011, con 1,12 millón de toneladas, mientras que el UAN reflejó un consumo de 521.000 toneladas. En 2007, los volúmenes fueron de 1,00 Mt y 611.000 toneladas, respectivamente.

“Otra de las tendencias que se observan en el mercado es el claro crecimiento del granel por sobre el embolsado”, referenció Bassi. En esto coincide Pusetto, para quien “existe una razón en esto que es el incremento de los costos de fabricación asociados con el embolsado del fertilizante. Hoy la diferencia entre el granel y la bolsa puede estar en el orden de los 35 a 40 dólares por tonelada. Por otra parte, a medida que crece la superficie que maneja, el productor se beneficia con la logística granel ya que ahorra costos vinculados con el transporte”.

Otra de las tendencias en las que coinciden Pusetto y Bassi es en el uso de micronutrientes como magnesio, boro o zinc. “La demanda se vuelve cada vez más sofisticada y desde la industria y el sistema tecnológico se están dando soluciones, para una situación que empieza a ser cada vez más frecuente en distintas zonas”, dice Pusetto.

Finalmente, si esta década comienza con un piso de 3,5/3,7 Mt de fertilizantes, ¿a qué nivel llegará el consumo cuando esté concluyendo?

Hay un correlato entre el volumen de las cosechas y el consumo de nutrientes, aun cuando se esté extrayendo más de lo que se repone. Si a principios del siglo se cosechaban 60 Mt y se consumía 1,5 Mt, para 2011 con una cosecha de 100 Mt se utilizaron 3,7.

“En verdad hoy tendríamos que estar consumiendo 5 a 5,5 millones de toneladas para este nivel de producción”, opina Pusetto. “Pensando de acá a 2020, yo no veo para nada descabellado que estemos en un nivel de cosechas de 150 o 160 millones de toneladas, con lo cual el mercado de fertilizantes de 6 a 6,5 millones de toneladas es algo absolutamente razonable.

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