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Región Centro: El nuevo corazón de la Argentina

El eje del desarrollo económico de la Argentina se ha corrido hacia el Norte. Las profundas transformaciones operadas en los últimos veinte años, más allá de cualquier consideración ideológica o juicio de valor, dieron lugar a un cambio sustantivo en la geografía económica de la Nación. Hoy manda la Región Centro, un amplio espacio productivo integrado por las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, San Luis y el norte de Buenos Aires y La Pampa.

En los años ‘70, más del 50% del PBI se concentraba en el conurbano bonaerense, con epicentro en el eje Matanza-Riachuelo. Ahora, más de la mitad de lo que se produce y la mayor parte de la canasta exportadora provienen de la Región Centro.

El fenómeno se extiende al NOA y el NEA, que encuentran en la nueva agroindustria el actual impulso a su desarrollo.

Así, el mundo asiste a la reinserción de la Argentina como proveedor de insumos alimenticios estratégicos, fruto del desarrollo agroindustrial evidenciado en las últimas tres décadas.

Este proceso se operó sin plan alguno, sin políticas activas ni consensos alcanzados en el debate nacional. La carencia de una política de Estado consecuente y estable no hace más que resaltar la fortaleza estructural del fenómeno, que ha dotado de solidez macroeconómica a un país históricamente abrumado por su floja performance exportadora.

Un nuevo contexto internacional, más abierto y demandante, y una oportuna respuesta de los actores económicos y sociales de la región, sentaron las bases de un cambio que generó enormes beneficios económicos para la Nación.

El efecto es tan fuerte que, a pesar de la gigantesca transferencia de ingresos de la Región Centro a la Nación, el crecimiento no se ha detenido. Prosperan pueblos y ciudades. La clave de la expansión es el salto tecnológico, que llevó a la intensificación de la producción agropecuaria.

Se han duplicado los rendimientos de algunos cultivos y se ha transitado de un modelo de producción basado exclusivamente en el recurso natural (el suelo) a un sistema moderno, que aprovecha todos los atributos de la nueva tecnología (semillas mejoradas, biotecnología, fertilizantes, agroquímicos y maquinaria).


Los granos

El ingenio criollo llevó a la innovación en los sistemas productivos, con hitos como la generalización de la siembra directa, donde la Argentina ha despertado el interés del mundo desarrollado. No es casual: nació también en la Región Centro. Lo mismo sucedió con las variedades de soja que a mediados de los años 90 fueron la llave maestra de la gran expansión.

Entre 1994 y 1996 la Argentina se había estabilizado en 15 millones de toneladas de soja. Este año, la cosecha alcanzó a 54 millones, casi 4 veces más. A los valores actuales, significa pasar de 6.000 a 20.000 millones de dólares. Todo para un mercado internacional que sigue en impetuosa expansión.

Este proceso no se detiene en el poroto de soja. A la vera del Paraná, a lo largo de 200 kilómetros, se instaló el sistema de procesamiento más avanzado y de mayor escala a nivel mundial. Más de 20 empresas con plantas de molienda que permiten llegar al mundo con proteínas vegetales, aceites y cereales. Los productos del complejo soja son los más demandados a nivel mundial, dada la tendencia al mayor consumo de proteínas animales. Para su elaboración se requieren granos forrajeros (maíz y sorgo granífero) y harina de soja.

En los últimos diez años, la capacidad de molienda de soja pasó de 75.000 a 150.000 toneladas diarias, convirtiéndose en el mayor proveedor mundial de harina y aceite. Argentina es, además, el segundo exportador mundial de maíz, detrás de Estados Unidos. 

Esto genera un imponente movimiento de camiones, ferrocarriles y todos los servicios que lo acompañan.

Una de las claves que dieron lugar a este proceso fue la autorización de construir puertos privados.

La desregulación del sistema de transporte fluvial y marítimo abrió paso al dragado y balizamiento de la Hidrovía, desde el Río de la Plata hasta el Paraná, al norte de Rosario. Se trata de la mayor obra de dragado de la historia a nivel mundial, que permitió el acceso de los buques de gran calado, más eficientes.

Esto derivó en una drástica reducción del costo de los fletes, un tema fundamental en el comercio de commodities. Se financió totalmente con capital privado, por peaje, sin que el Estado cumpliese con el compromiso asumido en 1994, cuando se inició la obra. Ahora se avanza hacia el puerto de Santa Fe.


Industria semillera

Un racimo de industrias competitivas, corriente arriba y corriente abajo de las chacras, configuran la nueva fisonomía de las pampas.  En ciudades como Rosario, Venado Tuerto, Pergamino, Rojas, Salto y Junín, se concentra una fuerte estructura de investigación y desarrollo de biotecnología aplicada a la genética de semillas.

Se levantaron laboratorios de dimensión mundial, con edificios sorprendentes donde trabajan investigadores capacitados en universidades y centros de excelencia de los países líderes. Este proceso abarca empresas internacionales, como Syngenta, Pioneer, Monsanto, Dupont, y nacionales como Nidera, Don Mario, Bioceres, en este caso integrada por un centenar de productores de la región.

El hito mayor de la nueva onda biotecnológica fue la irrupción de la soja transgénica, con resistencia al herbicida glifosato. Aprobada en 1996, experimentó una vertiginosa expansión, ya que hizo viable sembrar en campos antes invadidos por malezas perennes de muy difícil control.

A pesar de que se había decretado, ya en los años 50, el combate obligatorio de especies invasoras exógenas como el sorgo de Alepo y el gramón, no existían herramientas eficaces. Más de diez millones de hectáreas estaban condenadas a un uso ganadero de baja productividad.

El glifosato había demostrado su capacidad de controlar estas malezas. Pero dada su falta de selectividad, no era posible aplicarlo sobre cultivo alguno. Cuando se logró dotar a la soja de resistencia a este herbicida, nació la mayor revolución tecnológica de la historia moderna. No sólo permitió su cultivo, sino que facilitó la llegada de la siembra directa. Ahora se podía cultivar soja (el cultivo de mayor expansión de la demanda a nivel mundial) en toda la región.


Maquinaria

De la mano de esta nueva tecnología, se potenció la industria de maquinaria agrícola. Así surgieron los polos de desarrollo en Rosario, Armstrong, Las Parejas, Marcos Juárez, Monte Maíz, San Francisco, Rafaela, Cruz Alta, Colón, Venado Tuerto y tantas pequeñas ciudades en las que pululan fábricas y talleres que elaboran desde agropartes hasta productos terminados.

Hoy la industria de maquinaria agrícola exporta sus innovaciones a más de treinta países, que buscan seguir el sendero tecnológico que colocó de nuevo a la Argentina en el mapa mundial.

Sin duda que el rubro más destacado en este boom de la maquinaria argentina es el de las sembradoras especializadas en el sistema de siembra directa.

Esta innovación no tuvo origen en la Argentina, pero nadie en el mundo la abrazó con tanto énfasis, convirtiéndola en un instrumento imbatible de competitividad. Por eso el interés mundial en una práctica que permite reducir costos de producción y revertir el proceso de erosión inherente a la vieja agricultura.

Además de ahorrar combustibles, y de esta forma contribuir a la reducción de emisiones de dióxido de carbono, la siembra directa permite incrementar el contenido de materia orgánica de los suelos.

Este efecto de “secuestración” de carbono es un valor que hoy se comienza a apreciar en el mercado internacional, y la Argentina apunta a capitalizarlo a través del recientemente lanzado sistema de “agricultura certificada”.

Pero además de las sembradoras, surgieron las pulverizadoras, en especial las automotrices. Al transitarse de una agricultura fundamentalmente mecánica, con altos requerimientos de potencia, a una de base química, las pulverizadoras sustituyeron a las herramientas de laboreo. Es otro rubro donde el ingenio criollo dio lugar a equipos que hoy se venden en todo el mundo.

Dos empresas líderes, Pla, de Las Rosas, y Metalfor, que se mudó de una pequeña localidad cordobesa (La Francia) a la poderosa Marcos Juárez, ya se internacionalizaron. Cuentan con plantas en Brasil y centros de distribución en Europa oriental y Sudáfrica.

Los efectos de este desarrollo metalmecánico van mucho más allá de la soja y de la agricultura pampeana. Una empresa de Venado Tuerto, capitalizada por el boom agrícola de la región, fabrica ahora cosechadoras de oliva, y vende en todo el mundo.

Se trata de MaqTec, que ha abierto plantas satélite para el armado final de sus equipos en Australia y España.

Más recientemente se lanzó a fabricar cosechadoras de uva, que ya están en el mercado mendocino en una clara demostración de cómo se va entrelazando la agroindustria a nivel nacional.



Lechería

La industria láctea en Rafaela-Sunchales, epicentro de la cuenca lechera más desarrollada del mundo, es otro de los jalones de la Región Centro. El efecto multiplicador de esta industria es enorme, ya que con sustento en una rica historia, capitaliza ahora todos los avances agrícolas.

Los sistemas de producción tienden a intensificarse. Más litros por día y por vaca, más litros por hectárea, con una industria eficiente e innovadora, con decenas de empresas de primera línea afrontando un mercado internacional promisorio.


Ganadería

La actividad ganadera también experimenta una transformación en la Región Centro. Si bien se ha reducido el stock, se verifica una especialización regional de enorme magnitud.

La producción de terneros se ha trasladado al Norte y al Oeste, pero la abundancia de granos y subproductos la convirtió en un lugar privilegiado para el engorde hasta la terminación.

En la Región Centro se concentra la mayor parte de los corrales de engorde que hoy explican la mayor parte de la producción de carne en el país.


Aves y cerdos

Además, la industria avícola prospera en Entre Ríos y el norte de la provincia de Buenos Aires. Pero ahora se abren nuevas zonas para esta pujante actividad, como Río Cuarto y San Luis.

Y, finalmente, la promisoria industria del cerdo se abre paso en Córdoba, Santa Fe, norte de Buenos Aires y San Luis.

En todos los casos, con un potencial gigantesco, a partir de la abundante y económica provisión de los insumos básicos que entrega la Región Centro, como la soja, el maíz y muchos otros granos que también tienen destino de alimento.

Es decir, se trata de un enorme conglomerado industrial que todavía no completó el primer tomo de una enciclopedia infinita.

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