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Por qué hay que mirar la nutrición de los cultivos a largo plazo y de forma integral

Si lo que se busca es maximizar la eficiencia y potenciar los rendimientos, no es novedad que todo tiene que ver con todo. Así lo confirma también Gustavo Ferraris, especialista en nutrición de cultivos de INTA Pergamino, durante una jornada de actualización de manejo para maíz y soja en Teodelina, Santa Fe.

“Hay que pensar los sistemas en forma integral para después ajustar la fertilización”. Esta fue una de las grandes conclusiones a las que arribaron los productores del sur de Santa Fe. Hay muchos factores que inciden: ambiente, clima, presencia de napa, híbrido, densidad de siembra, si se trata de siembras tempranas o tardías. “Un ambiente con napa y con pronóstico de año neutro, da impulso para programar buenos planes de fertilización”, dijo Ferraris.

“Es muy relevante la decisión de la fecha de siembra porque el manejo de la nutrición en siembras tempranas o tardías es diferente. En el caso de la nutrición del maíz, los grandes limitantes de la producción son nitrógeno y fósforo. En un segundo orden, azufre y zinc también llegan a incrementar los rendimientos”, explicó el especialista de INTA Pergamino durante la charla organizada por Nidera y la Cooperativa Federada de Villa Cañás.

Al respecto, un tema que despertó gran interés de los productores fue el uso de fósforo. “Es un elemento que tiene un efecto residual muy prolongado en el tiempo y en el cual las estrategias de largo plazo son las más aconsejables y las que tienen mejores resultados”, aseguró Ferraris.

Asimismo, consideró muy importante dividir el aporte de nutrientes y recomendó “agregar una parte durante el ciclo del cultivar y no apostar todo al momento de la siembra”, como una estrategia interesante para prevenir el lavado de nitrógeno hacia capas profundas.

Debido a que la zona está atravesando excesos hídricos por lluvias muy frecuentes, las consultas de los productores también se enfocaron en el manejo que debe hacerse frente al ascenso de las napas.

“Siendo esta una región de muy alto potencial de rendimiento, lo tradicional son las fechas de siembra temprana en septiembre. Sin embargo, como los meses de octubre y noviembre son los que concentran las mayores lluvias y las napas freáticas están muy cercanas a la superficie, las siembras excesivamente tempranas exponen al cultivo a demasiados riesgos de perderse. Entonces en esos casos se recomiendan las siembras tardías. Lo mismo sucede con algún ambiente en particular muy arenoso, donde la productividad del cultivo es menor”, detalló.

Para Ferraris, lo fundamental es realizar un manejo integrado. “Hoy la variable clave de la región es la presencia de napas y el contenido de humedad que tienen los suelos. En función de ello, debe armarse un sistema armónico buscando interacciones positivas entre distintos factores”, analizó.

“No tiene sentido aumentar la densidad de siembra del maíz sin mejorar la fertilización. Tampoco tiene sentido usar fungicidas si ese cultivo está teniendo una deficiencia de nitrógeno. Nos acercamos a los rendimientos potenciales cuando generamos interacciones positivas entre los distintos aspectos de producción. El cultivo es un sistema que tenemos que abordarlo de manera conjunta y una sola variable de manejo no nos va a salvar por sí sola”, finalizó el experto.

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